lunes, 25 de junio de 2018

Diferencias entre ciencias naturales y ciencias sociales

Las ciencias naturales apuntan a la descripción de relaciones del tipo “causa y efecto”, que materializan el concepto de ley natural. Así, una ley natural es el vínculo permanente entre causas y efectos. En el caso de la física, aun cuando en muchos fenómenos no sea sencillo distinguir entre causas y efectos, concurre en nuestra ayuda la “función matemática”, que representa simbólicamente el vínculo existente entre dos o más magnitudes físicas. Por ejemplo: Espacio = Velocidad x Tiempo, ecuación en la cual las tres magnitudes intervinientes quedan ligadas por tal ente matemático.

A medida que la física se expande, describiendo fenómenos cada vez más complejos, el vínculo matemático entre magnitudes físicas deja de ser la simple función matemática para dar lugar a otros entes matemáticos de mayor generalidad. La tarea de la física teórica, o fisicomatemática, consiste esencialmente en encontrar el vínculo matemático existente entre las magnitudes físicas utilizadas para la descripción de determinados fenómenos.

En el caso de las ciencias sociales, ya no resulta adecuado ni conveniente utilizar vínculos del tipo “causa y efecto”, sino vínculos del tipo “valores, finalidades y medios para lograrlos”. La acción humana consiste esencialmente en describir el comportamiento humano en base, precisamente, de valores y finalidades que, a nivel individual, son adoptados por los integrantes de la sociedad. Jesús Huerta de Soto escribió: “La diferencia entre las ciencias naturales y las ciencias sociales radica en el sistema de categorías que se utiliza en cada una para interpretar los fenómenos y construir las distintas teorías. Las ciencias naturales desconocen por completo las causas últimas de los objetos que estudian. Por el contrario, las ciencias sociales, o mejor dicho, las ciencias de la acción humana, se encuentran por completo dentro de la órbita del propósito o de la acción dirigida conscientemente para conseguir determinados fines concretos; las ciencias de la acción humana son ciencias teleológicas y su método ha de ser, por tanto, plenamente esencialista”.

“Suele denominarse «esencialismo metodológico» o, más comúnmente, realismo metodológico a aquella doctrina según la cual la labor de los científicos no es limitarse a los fenómenos tal y como se nos ofrecen a través de los sentidos. En efecto, la mencionada doctrina mantiene que estos fenómenos son variables y que no existe ciencia más que de lo permanente y universal. La tarea de los científicos es llevar la investigación a la realidad subyacente de los acontecimientos superficiales. El objeto de la ciencia es formular leyes referentes a la esencia de los fenómenos reales”.

Como ejemplo de acción humana puede mencionarse la praxeología, o estudio de la acción humana en el ámbito económico. El citado autor escribió: “La ciencia económica se construye sobre la base de razonamientos lógico-deductivos a partir de unos pocos axiomas fundamentales que están incluidos dentro del concepto de «acción humana». El más importante de todos ellos es la propia categoría de la acción humana; los hombres eligen, por tanteo, sus fines, y buscan medios adecuados para conseguirlos; todo ello según sus individuales escalas de valor. Otro axioma nos dice que los medios, siendo escasos, se dedicarán primero a la consecución de los fines más altamente valorados y sólo después a la satisfacción de otros menos urgentemente sentidos («ley de la utilidad marginal decreciente»). En tercer lugar, que entre dos bienes de idénticas características, disponibles en momentos distintos de tiempo, siempre se preferirá el bien más prontamente disponible («ley de la preferencia temporal»)” (De “Método y crisis en la ciencia económica”-www.eseade.edu.ar).

En los artículos acerca de los fundamentos de la ciencia económica, realizados por los adherentes a la Escuela Austriaca de Economía, llama la atención la actitud defensiva que adoptan frente a las críticas positivistas, siendo el positivismo la postura filosófica de quienes aducen que en toda descripción científica deben entrar sólo aspectos observables. En cierta forma mantienen en vigencia una disputa propia del siglo XIX. Pareciera que gastaran la mayor parte de sus energías en una disputa de la que, en el caso de la física, se pudo despegar hace bastante tiempo.

Si la física hubiese sido fiel al positivismo, seguramente no hubiese logrado el éxito que logró. De ahí que los físicos piensen más en la realidad a describir que en lo que puedan decir los epistemólogos. Quien dictamina si una teoría es acertada, o no, es la propia realidad y no los filósofos de la ciencia. El físico Steven Weinberg escribió a través de un personaje ficticio: “Mi querido joven, pareces haberte atiborrado acríticamente de la doctrina del siglo XIX llamada positivismo, que dice que la ciencia sólo debería interesarse por las cosas que pueden realmente ser observadas. Estoy de acuerdo en que no es posible medir una función de onda [de la mecánica cuántica] en un solo experimento. ¿Y qué? Repitiendo las mediciones muchas veces para el mismo estado inicial, tú puedes calcular cuál debe ser la función de onda en dicho estado y utilizar los resultados para comprobar nuestras teorías. ¿Qué más quieres? Tú realmente deberías acomodar tu pensamiento al siglo XX. Las funciones de onda son reales por la misma razón por la que lo son los quarks y las asimetrías: porque es útil incluirlas en nuestras teorías. Cualquier sistema está en un estado definido, haya seres humanos observándolo o no; el estado no viene descrito mediante una posición o un momento, sino mediante una función de onda” (De “El sueño de una teoría final”-Crítica-Barcelona 1994).

Adoptando una actitud similar, puede decirse que los axiomas básicos de la praxeología, antes expuestos, tienen una legitimidad inobjetable por cuanto se adaptan a la realidad tanto como las deducciones lógicas establecidas a partir de ellos. Incluso es posible decir que son axiomas surgidos de una previa observación directa de la propia realidad, tal la búsqueda de objetivos, elecciones prioritarias y preferenciales, etc. Es por ello que puede afirmarse que se trata de una teoría económica que puede insertarse entre las ciencias fácticas, en lugar de ser considerada como una ciencia formal. Sería oportuno que los economistas leyeran con mayor frecuencia las opiniones de quienes hacen la ciencia, como los físicos teóricos, en lugar de darles tanta importancia a los filósofos de la ciencia.

La coherencia lógica de ciertos axiomas compatibles con la realidad no implica que la teoría en cuestión sea necesariamente una ciencia formal, como la lógica y las matemáticas, ya que la física, por ejemplo, exhibe teorías coherentes, matemáticamente hablando, sin que por ello deba interpretarse a la física como una ciencia formal. Recordemos que toda teoría verdadera, o compatible con la realidad, “hereda” la coherencia de la propia realidad que describe. Baruch de Spinoza escribió: “El orden y conexión de las ideas es el mismo orden y conexión de las cosas” (De “Ética demostrada según el orden geométrico”-Ediciones Altaya SA-Barcelona 1994).

En la actualidad, tanto las ciencias naturales como las ciencias sociales, son sometidas a una intensa campaña de desprestigio. Una de las causas de esta actitud proviene del hecho de ser la ciencia un producto típico de la civilización occidental, por lo que todo éxito en ese ámbito resulta intolerable ante sus detractores. Incluso no faltan los nuevos sofistas que intentan denigrarla negando la objetividad de sus resultados. Weinberg agrega: “La metafísica y la epistemología tenían, al menos, la intención de jugar un papel constructivo en la ciencia. Pero en años recientes la ciencia ha sufrido el ataque de comentaristas hostiles reunidos bajo el estandarte del relativismo. Los relativistas filosóficos niegan la pretensión de la ciencia del descubrimiento de la verdad objetiva; ellos la ven simplemente como otro fenómeno social, no esencialmente diferente de un culto de fertilidad o un «potlatch» [ritual indio]”.

La ciencia social que describe las acciones individuales es la Psicología social, adoptando como fundamento el concepto de “actitud”. “Existen muchas diferencias entre el conocimiento práctico y científico de la conducta social. El objetivo más importante de las ciencias no es el predecir y el de controlar, sino el de comprender. El control efectivo es una recompensa de la comprensión y la exactitud predictiva constituye, a su vez, un control del entendimiento”. “Entre las ciencias sociales, es sólo el psicólogo social el que trata, ante todo, de la conducta de un individuo. Los economistas, los políticos, los sociólogos, los antropólogos y otros estudian la conducta de grupos más amplios, así como las clasificaciones humanas, y al analizar varios índices de conducta describen ciertas actividades específicas y ciertas divisiones. Ahora bien; cuando estas disciplinas sociales se refieren al individuo, se limitan a ciertos segmentos de la conducta («el hombre político», «el hombre económico», etc.). La psicología social, por el contrario, concierne a todos los aspectos de la conducta social del hombre, esto es, al «hombre social». La psicología social es, por lo tanto, la ciencia de la conducta del individuo dentro de la sociedad” (De “Psicología Social” de D. Krech, R. S. Crutchfield y E. L. Ballachey-Biblioteca Nueva-Madrid 1965).

La actitud característica define la personalidad y la individualidad humana, implicando una predisposición a la acción en función de las ideas, creencias y valores predominantes, que puede describirse de la siguiente manera:

Respuesta (acción) = Actitud característica x Estímulo

Considerando las componentes afectivas, o emocionales, y las componentes cognitivas de dicha actitud, que cubren todas las posibilidades, se establece una teoría general de la acción, vinculada a la praxeología como un caso especial de acción humana. Ello no significa que la abarque o la incluya, sino que, al menos, resulta compatible. “A medida que un individuo adquiere nuevas actitudes, esto es, en cuanto asimila nuevos objetos, sus dotes de improvisación ante dichos objetos disminuyen. Sus acciones se van haciendo cada vez más estereotipadas y, por lo tanto, más predictibles y consistentes. Por eso la vida social se convierte en una realidad, ya que, si no existieran esas expresiones, actitudes o reacciones estereotipadas, la vida social sería imposible” (De “Psicología Social”).

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