jueves, 24 de noviembre de 2011

La evolución cultural y el orden natural



Para tener una visión unificada de las distintas ciencias sociales es necesario tener presente el proceso de la evolución cultural. Así como existe una evolución biológica, mediante la cual adquirimos mayores niveles de adaptación, existe un proceso de adaptación adicional reservado a la vida inteligente y que conocemos como evolución cultural, que está ligada a la información que adquirimos acerca del orden natural y a la posterior interpretación que le damos a la misma.

Nuestra adaptación progresiva consiste en lograr cada vez mayor aptitud para la vida en sociedad teniendo presentes las leyes impuestas por la naturaleza. Desde un punto de vista científico, se supone que todo lo existente está regido por leyes naturales invariantes, de donde podemos hablar de cierto orden natural; ya que, si no existiesen leyes, no existiría orden, sino caos. Incluso puede hablarse de una finalidad aparente, o implícita, en dicho orden, que forma parte de la descripción que hacemos del mismo. Mons. Adolfo Tortolo escribió:

“El orden natural es inviolable por su propia naturaleza. La actitud del hombre debe ser de total acatamiento. La vulneración de este orden introduce un tipo de violencia interior, cuya víctima inmediata es el mismo hombre que vulnera el orden”.

“El acatamiento, la fidelidad a las exigencias del orden natural, en definitiva son formas de acatamiento a Dios y de aceptación de su Voluntad. Acatamiento que perfecciona al individuo y lo libera de servidumbres” (Del Prólogo de “El orden natural”-Carlos A. Sacheri-Ediciones del Cruzamante-Buenos Aires 1980).

El concepto de orden natural forma parte tanto del ámbito científico como de la religión, presuponiendo que la ley natural que estudia la ciencia es la ley de Dios estudiada por la religión. Incluso la aparente finalidad que desde la ciencia se asocia al orden natural puede coincidir con la Voluntad del Creador en el lenguaje y la simbología de la religión.

Ante la presión que nos impone el conjunto de leyes de la naturaleza, para adaptarnos al orden natural, el hombre responde estableciendo un orden social, económico y político. Todo desajuste respecto de la finalidad implícita en aquél, se traducirá en sufrimientos a nivel individual y en crisis a nivel social. Podemos establecer una igualdad matemática para expresar la idea con mayor precisión:

Orden natural = Orden social + Orden económico + Orden político

En realidad, hemos definido cierto sistema autorregulado, o de realimentación negativa, en el cual el orden natural es el objetivo a lograr, mientras que se obtienen en realidad los órdenes social, económico y político. Quienes tienen a cargo el proceso de la adaptación cultural (científicos, filósofos, religiosos) comparan de alguna forma los órdenes logrados en la práctica, con el objetivo que se pretende lograr (orden natural) y, si la diferencia es grande, proponen mejorar tanto el orden social, como el económico y el político, para reducir el error y lograr un mejor nivel de adaptación cultural. De ahí que el signo igual sólo tiene validez para una adaptación cultural plena, lo que podrá darse sólo en un futuro lejano, o quizás no tan lejano.

Así como la existencia de leyes naturales invariantes es la característica esencial que hemos asociado al orden natural, podemos preguntarnos por la esencia de los órdenes restantes. En el caso del orden social podemos caracterizarlo a través de la ética imperante, mientras que su mejora vendrá del logro de una ética natural objetiva que, de alguna manera y con el tiempo, predominará en toda sociedad.

A partir de la Psicología de las actitudes, en el marco de la Psicología Social, encontramos actitudes cooperativas y competitivas, como el amor en el primer grupo y el odio en el segundo, con actitudes de indiferencia como el egoísmo y la negligencia. A partir de ellas aparece la sugerencia práctica para que prevalezca la cooperación sobre la competencia: Trata de compartir las penas y las alegrías de tus semejantes como si fuesen propias, que es otra forma de expresar al “amarás al prójimo como a ti mismo” que es la base de la ética cristiana. Luego, puede decirse que disponemos de una ética natural y objetiva que puede entrar en el ámbito de las ciencias sociales.

En el caso del orden económico, disponemos del proceso autorregulado del mercado, el cual constituye el proceso básico estudiado por la ciencia económica. Es oportuno mencionar una analogía establecida por el economista Álvaro Alsogaray entre el proceso del mercado y el sistema nervioso central en el ser humano. Al respecto escribió:

“El organismo humano tiene dos sistemas nerviosos: el neurovegetativo y el central. El primero regula espontáneamente la vida vegetativa. Es el responsable de que todo ese maravilloso mecanismo que es el cuerpo humano funcione y se desarrolle de la mejor manera posible. Y no necesita prácticamente de ningún impulso consciente para cumplir su función”.

“El sistema central, en cambio, se despreocupa de la vida vegetativa; no interviene, por ejemplo, en la regulación de la temperatura, ni en la respiración, ni en los latidos del corazón, ni coordina tampoco las innumerables interacciones que se producen. Pero tiene en cambio que ver con las decisiones de los seres humanos en su calidad y dignidad de tales y no simplemente de organismos vivos”.

“De la misma manera que el sistema neurovegetativo, el Mercado regula espontáneamente el funcionamiento del cuerpo social. Los hombres quedan así libres para dedicarse, conscientemente, a finalidades de otro orden que emanan de su carácter de seres inteligentes, dotados de una vida psíquica espiritual que influye sobre la organización de la sociedad. Si se extiende esta comparación se encontrarán muchas otras similitudes que ayudan a comprender la esencia del problema” (De “Bases para la acción política futura”-Editorial Atlántida-Buenos Aires 1969).

En cuanto al orden político, disponemos de la democracia, que también ha sido descripta como un sistema autorregulado. En ella, los distintos políticos compiten para lograr la mayor cantidad de votos en forma similar a cómo los empresarios compiten entre ellos tratando de lograr la mayor cantidad de clientes.
Podemos establecer otra igualdad, derivada de la anterior, en la cual se hace énfasis en los atributos principales asociados a cada tipo de orden:

Ley natural invariante = Ética natural objetiva + Mercado + Democracia

Debe aclararse que se considera como ley natural al vínculo permanente entre causas y efectos, y no a las leyes que provienen del derecho natural, como podría suponerse. Además, es posible que la ética natural también sea un proceso autorregulado como lo son el mercado y la democracia. Así, la conciencia individual actúa como un órgano de adaptación social por medio del cual somos capaces de ubicarnos en el lugar de otra persona para advertir su estado de felicidad o de sufrimiento. Si nuestras acciones producen sufrimiento en los demás, surgirá también un cargo de conciencia interior que tenderá a corregir nuestra actitud, siendo éste un indicio de que el proceso ético admite cierta autorregulación.

Podemos sintetizar la idea considerando que el proceso adaptativo al orden natural se comporta, desde el punto de vista del hombre, como un sistema complejo adaptativo de la misma forma en que lo hacen el orden social, el económico y el político. Como dependen, para su efectividad, de la actitud cooperativa prevaleciente en el ser humano, todos estos sistemas funcionarán aceptablemente, o no, en forma simultánea, porque en definitiva dependen de las actitudes predominantes en cada uno de los individuos que componen a la humanidad.

Una vez obtenida la igualdad anterior, podemos deducir las características de las tendencias o ideologías opuestas, representadas en otra igualdad en la que se colocan términos opuestos a los anteriores, respectivamente. En ella podemos observar que, por lo general, bajo ciertas ideologías, existe una adhesión simultánea a todos los términos que aparecen:

Caos natural = Ética artificial subjetiva + Socialismo + Totalitarismo

Por lo general, quien rechaza la existencia de un orden natural, supone que nuestro universo carece de un sentido objetivo. Si no existe un orden natural, ese vacío debe llenarse con un “orden artificial” creado por el hombre sin referencia exterior alguna. De ahí que se rechaza toda ética que pretenda ser objetiva ya que se adhiere al relativismo moral, aunque no se descarta la posibilidad de proponer una ética particular. Se rechaza la existencia del proceso autorregulado del mercado y se es partidario de un ordenamiento económico planificado, o artificial. Además, se tiende a promover regímenes políticos totalitarios que se oponen a la democracia. Nótese que los principales opositores a la religión, a la economía de mercado y a la democracia, en forma conjunta, han sido fascistas, nazis y comunistas. Las grandes catástrofes sociales están ligadas a personajes como Hitler, Stalin, Lenin, Mao, etc., precisamente quienes se oponen al proceso de adaptación cultural descripto previamente. En la actualidad, estas tendencias siguen teniendo vigencia, si bien ocultas bajo distintos disfraces humanistas.

Si tenemos presentes al orden natural, surge la sensación de que existe un gobierno de las leyes naturales sobre el hombre y es a ellas a las que debemos respetar primeramente, si bien las leyes humanas, provenientes del Derecho, por lo general las han de tener en cuenta. De esa manera evitaremos tanto el gobierno directo del hombre sobre el hombre, especialmente bajo sistemas totalitarios, o bien el ejercido por los denominados representantes de Dios de las distintas religiones. De ahí que el verdadero gobierno de Dios sobre el hombre habrá de establecerse a través de la contemplación de las leyes naturales que rigen todo el universo, especialmente las que regulan nuestro comportamiento individual y social. Carlos A Sacheri escribió:

“El derecho natural es captado espontáneamente por la conciencia moral del individuo; desde la infancia vamos viendo el contenido concreto de las normas naturales, reconociendo la malicia del robo y la mentira, por una parte, y por la otra, la bondad de la lealtad, del heroísmo, del afecto, de la vida, de la propiedad, etc.”