jueves, 24 de noviembre de 2011

La evolución cultural y el orden natural



Para tener una visión unificada de las distintas ciencias sociales es necesario tener presente el proceso de la evolución cultural. Así como existe una evolución biológica, mediante la cual adquirimos mayores niveles de adaptación, existe un proceso de adaptación adicional reservado a la vida inteligente y que conocemos como evolución cultural, que está ligada a la información que adquirimos acerca del orden natural y a la posterior interpretación que le damos a la misma.

Nuestra adaptación progresiva consiste en lograr cada vez mayor aptitud para la vida en sociedad teniendo presentes las leyes impuestas por la naturaleza. Desde un punto de vista científico, se supone que todo lo existente está regido por leyes naturales invariantes, de donde podemos hablar de cierto orden natural; ya que, si no existiesen leyes, no existiría orden, sino caos. Incluso puede hablarse de una finalidad aparente, o implícita, en dicho orden, que forma parte de la descripción que hacemos del mismo. Mons. Adolfo Tortolo escribió:

“El orden natural es inviolable por su propia naturaleza. La actitud del hombre debe ser de total acatamiento. La vulneración de este orden introduce un tipo de violencia interior, cuya víctima inmediata es el mismo hombre que vulnera el orden”.

“El acatamiento, la fidelidad a las exigencias del orden natural, en definitiva son formas de acatamiento a Dios y de aceptación de su Voluntad. Acatamiento que perfecciona al individuo y lo libera de servidumbres” (Del Prólogo de “El orden natural”-Carlos A. Sacheri-Ediciones del Cruzamante-Buenos Aires 1980).

El concepto de orden natural forma parte tanto del ámbito científico como de la religión, presuponiendo que la ley natural que estudia la ciencia es la ley de Dios estudiada por la religión. Incluso la aparente finalidad que desde la ciencia se asocia al orden natural puede coincidir con la Voluntad del Creador en el lenguaje y la simbología de la religión.

Ante la presión que nos impone el conjunto de leyes de la naturaleza, para adaptarnos al orden natural, el hombre responde estableciendo un orden social, económico y político. Todo desajuste respecto de la finalidad implícita en aquél, se traducirá en sufrimientos a nivel individual y en crisis a nivel social. Podemos establecer una igualdad matemática para expresar la idea con mayor precisión:

Orden natural = Orden social + Orden económico + Orden político

En realidad, hemos definido cierto sistema autorregulado, o de realimentación negativa, en el cual el orden natural es el objetivo a lograr, mientras que se obtienen en realidad los órdenes social, económico y político. Quienes tienen a cargo el proceso de la adaptación cultural (científicos, filósofos, religiosos) comparan de alguna forma los órdenes logrados en la práctica, con el objetivo que se pretende lograr (orden natural) y, si la diferencia es grande, proponen mejorar tanto el orden social, como el económico y el político, para reducir el error y lograr un mejor nivel de adaptación cultural. De ahí que el signo igual sólo tiene validez para una adaptación cultural plena, lo que podrá darse sólo en un futuro lejano, o quizás no tan lejano.

Así como la existencia de leyes naturales invariantes es la característica esencial que hemos asociado al orden natural, podemos preguntarnos por la esencia de los órdenes restantes. En el caso del orden social podemos caracterizarlo a través de la ética imperante, mientras que su mejora vendrá del logro de una ética natural objetiva que, de alguna manera y con el tiempo, predominará en toda sociedad.

A partir de la Psicología de las actitudes, en el marco de la Psicología Social, encontramos actitudes cooperativas y competitivas, como el amor en el primer grupo y el odio en el segundo, con actitudes de indiferencia como el egoísmo y la negligencia. A partir de ellas aparece la sugerencia práctica para que prevalezca la cooperación sobre la competencia: Trata de compartir las penas y las alegrías de tus semejantes como si fuesen propias, que es otra forma de expresar al “amarás al prójimo como a ti mismo” que es la base de la ética cristiana. Luego, puede decirse que disponemos de una ética natural y objetiva que puede entrar en el ámbito de las ciencias sociales.

En el caso del orden económico, disponemos del proceso autorregulado del mercado, el cual constituye el proceso básico estudiado por la ciencia económica. Es oportuno mencionar una analogía establecida por el economista Álvaro Alsogaray entre el proceso del mercado y el sistema nervioso central en el ser humano. Al respecto escribió:

“El organismo humano tiene dos sistemas nerviosos: el neurovegetativo y el central. El primero regula espontáneamente la vida vegetativa. Es el responsable de que todo ese maravilloso mecanismo que es el cuerpo humano funcione y se desarrolle de la mejor manera posible. Y no necesita prácticamente de ningún impulso consciente para cumplir su función”.

“El sistema central, en cambio, se despreocupa de la vida vegetativa; no interviene, por ejemplo, en la regulación de la temperatura, ni en la respiración, ni en los latidos del corazón, ni coordina tampoco las innumerables interacciones que se producen. Pero tiene en cambio que ver con las decisiones de los seres humanos en su calidad y dignidad de tales y no simplemente de organismos vivos”.

“De la misma manera que el sistema neurovegetativo, el Mercado regula espontáneamente el funcionamiento del cuerpo social. Los hombres quedan así libres para dedicarse, conscientemente, a finalidades de otro orden que emanan de su carácter de seres inteligentes, dotados de una vida psíquica espiritual que influye sobre la organización de la sociedad. Si se extiende esta comparación se encontrarán muchas otras similitudes que ayudan a comprender la esencia del problema” (De “Bases para la acción política futura”-Editorial Atlántida-Buenos Aires 1969).

En cuanto al orden político, disponemos de la democracia, que también ha sido descripta como un sistema autorregulado. En ella, los distintos políticos compiten para lograr la mayor cantidad de votos en forma similar a cómo los empresarios compiten entre ellos tratando de lograr la mayor cantidad de clientes.
Podemos establecer otra igualdad, derivada de la anterior, en la cual se hace énfasis en los atributos principales asociados a cada tipo de orden:

Ley natural invariante = Ética natural objetiva + Mercado + Democracia

Debe aclararse que se considera como ley natural al vínculo permanente entre causas y efectos, y no a las leyes que provienen del derecho natural, como podría suponerse. Además, es posible que la ética natural también sea un proceso autorregulado como lo son el mercado y la democracia. Así, la conciencia individual actúa como un órgano de adaptación social por medio del cual somos capaces de ubicarnos en el lugar de otra persona para advertir su estado de felicidad o de sufrimiento. Si nuestras acciones producen sufrimiento en los demás, surgirá también un cargo de conciencia interior que tenderá a corregir nuestra actitud, siendo éste un indicio de que el proceso ético admite cierta autorregulación.

Podemos sintetizar la idea considerando que el proceso adaptativo al orden natural se comporta, desde el punto de vista del hombre, como un sistema complejo adaptativo de la misma forma en que lo hacen el orden social, el económico y el político. Como dependen, para su efectividad, de la actitud cooperativa prevaleciente en el ser humano, todos estos sistemas funcionarán aceptablemente, o no, en forma simultánea, porque en definitiva dependen de las actitudes predominantes en cada uno de los individuos que componen a la humanidad.

Una vez obtenida la igualdad anterior, podemos deducir las características de las tendencias o ideologías opuestas, representadas en otra igualdad en la que se colocan términos opuestos a los anteriores, respectivamente. En ella podemos observar que, por lo general, bajo ciertas ideologías, existe una adhesión simultánea a todos los términos que aparecen:

Caos natural = Ética artificial subjetiva + Socialismo + Totalitarismo

Por lo general, quien rechaza la existencia de un orden natural, supone que nuestro universo carece de un sentido objetivo. Si no existe un orden natural, ese vacío debe llenarse con un “orden artificial” creado por el hombre sin referencia exterior alguna. De ahí que se rechaza toda ética que pretenda ser objetiva ya que se adhiere al relativismo moral, aunque no se descarta la posibilidad de proponer una ética particular. Se rechaza la existencia del proceso autorregulado del mercado y se es partidario de un ordenamiento económico planificado, o artificial. Además, se tiende a promover regímenes políticos totalitarios que se oponen a la democracia. Nótese que los principales opositores a la religión, a la economía de mercado y a la democracia, en forma conjunta, han sido fascistas, nazis y comunistas. Las grandes catástrofes sociales están ligadas a personajes como Hitler, Stalin, Lenin, Mao, etc., precisamente quienes se oponen al proceso de adaptación cultural descripto previamente. En la actualidad, estas tendencias siguen teniendo vigencia, si bien ocultas bajo distintos disfraces humanistas.

Si tenemos presentes al orden natural, surge la sensación de que existe un gobierno de las leyes naturales sobre el hombre y es a ellas a las que debemos respetar primeramente, si bien las leyes humanas, provenientes del Derecho, por lo general las han de tener en cuenta. De esa manera evitaremos tanto el gobierno directo del hombre sobre el hombre, especialmente bajo sistemas totalitarios, o bien el ejercido por los denominados representantes de Dios de las distintas religiones. De ahí que el verdadero gobierno de Dios sobre el hombre habrá de establecerse a través de la contemplación de las leyes naturales que rigen todo el universo, especialmente las que regulan nuestro comportamiento individual y social. Carlos A Sacheri escribió:

“El derecho natural es captado espontáneamente por la conciencia moral del individuo; desde la infancia vamos viendo el contenido concreto de las normas naturales, reconociendo la malicia del robo y la mentira, por una parte, y por la otra, la bondad de la lealtad, del heroísmo, del afecto, de la vida, de la propiedad, etc.”

viernes, 12 de agosto de 2011

Personalidad y actitud característica

Mientras que la psicología trata de establecer una adecuada descripción del individuo buscando una mejor adaptación al orden social, la psiquiatría estudia las desviaciones de su conducta normal de manera de permitirle restablecer cierta estabilidad psíquica. Lo que caracteriza tal conducta, tanto desde el punto de vista emocional como racional, es aquel aspecto que conocemos bajo el nombre de personalidad. Gordon W. Allport escribió: “El descubrimiento de la personalidad es uno de los acontecimientos de la psicología más destacados del siglo actual [se refería al siglo XX]. La personalidad, dejando de lado todo lo demás que pueda ser, constituye la unidad fundamental y concreta de la vida mental que tiene formas categóricamente singulares e individuales. En el transcurso de los siglos los hombres no dejaron de describir y explorar este fenómeno de la personalidad individual” (De “Qué es la personalidad”-Editorial Siglo Veinte-Buenos Aires-1961)

Desde el conjunto de las ciencias humanas y sociales debe lograrse una teoría capaz de establecer vínculos entre las diversas teorías de la personalidad propuestas, como así también deberá permitir establecer vínculos directos con el creciente caudal de conocimientos que aporta la neurociencia. Desde esta ciencia ha podido ubicarse la zona del cerebro capaz de darnos, a cada uno de nosotros, nuestras características únicas e irrepetibles. Elkhonon Goldberg escribió: “En este libro exploro la parte de su cerebro que le hace a usted quien es y define su identidad, que encierra sus impulsos, sus ambiciones, su personalidad, su esencia: los lóbulos frontales del cerebro. Si se lesionan otras partes del cerebro, la enfermedad neurológica puede dar como resultado pérdida del lenguaje, memoria, percepción o movimiento. Pero la esencia del individuo, el núcleo de la personalidad, normalmente permanece intacta. Todo esto cambia cuando la enfermedad golpea los lóbulos frontales. Lo que entonces se pierde ya no es un atributo de su mente: es su mente, su núcleo, su yo. Los lóbulos frontales son lo mas específicamente humanas de todas las estructuras, y juegan un papel crítico en el éxito o el fracaso de cualquier empresa humana” (De “El cerebro ejecutivo”-Editorial Crítica SL-Barcelona 2002)

La psicología social utiliza, entre otros conceptos básicos, el de actitud. Si existe en los distintos individuos una personalidad única e irrepetible, ello implica que también existirá una actitud o respuesta característica que, precisamente, dará al individuo los atributos mencionados. Debe existir, por lo tanto, cierta identidad entre personalidad y actitud característica, identidad posiblemente oscurecida por conceptos definidos en forma poco precisa.
La actitud puede definirse como la relación existente entre respuesta y estimulo. También podemos expresarla según la siguiente igualdad:

Respuesta = Actitud x Estimulo

Maurice Reuchlin escribió respecto de la aparición del concepto de actitud: “La actitud ya no era una preparación motriz para la acción. Era un estado del espíritu que inclinaba a una persona a formular cierta opinión o a obrar de cierta manera con respecto a un objeto social (tal como el dinero, los extranjeros, determinada teoría, etc.)” (De “Historia de la Psicología”-Editorial Paidós-Buenos Aires 1959).
En esta expresión podemos identificar al “estado del espíritu” como la actitud, a “obrar de cierta manera” como la respuesta y al “objeto social” como el estimulo.

Las componentes de la actitud, comunes a todos los hombres, son las afectivas y las cognitivas. La individualidad del hombre surgiría entonces del agregado de tales componentes en ciertas proporciones irrepetibles, en forma similar a lo que ocurre en el ámbito biológico con el ADN. Incluso si nacieran dos individuos completamente idénticos, las distintas circunstancias de sus vidas harían que el contenido de información grabado en sus respectivas memorias fuese distinto, por lo que también seria distinta su respuesta o actitud característica.

Las componentes afectivas, o emocionales, de la actitud, son el amor, el odio, el egoísmo y la indiferencia, mientras que las componentes cognitivas consisten en la referencia adoptada para establecer el proceso de prueba y error, es decir, podría ser la realidad, la opinión propia, la opinión de otros hombres o bien lo que opina la mayoría. A partir de estas componentes afectivas y cognitivas adoptadas, surge una “teoría de la personalidad” proveniente de la psicología social.

Es oportuno mencionar que la empatía, estudiada también en neurociencia, admite componentes similares, de donde puede establecerse el vínculo entre psicología de la personalidad y neurociencia, como antes se mencionó. Luis Moya Albiol escribe:

“La empatía se conforma de dos componentes: uno de naturaleza cognitiva, otro de naturaleza emocional. El primero se relaciona con la capacidad de una persona para comprender y abstraer los procesos mentales de otro individuo. El segundo se refiere al acercamiento de un sujeto al estado emocional de otro, así como a las reacciones que ello provoca”.

“El descubrimiento de las «neuronas espejo» (neuronas que se activan al observar un estado motor, perceptivo o emocional de otro individuo) ha facilitado avanzar en la comprensión del modus operandi del cerebro empático”.

“Hallazgos recientes en primates no humanos muestran que las neuronas espejo no sólo se relacionan con la representación de la acción, sino que también facilitan la comprensión de los otros y sus intenciones, lo que estaría muy relacionado con el componente cognitivo de la empatía” (De “Mente y Cerebro”-Editorial Prensa Científica SA-Marzo-Abril 2011-Barcelona).

Otro aspecto importante a considerar es el vínculo existente entre personalidad y cultura. Así como se encontró un fundamento de la personalidad, desde la psicología social, es necesario encontrar un fundamento de la cultura. Y ello resulta posible a partir del concepto de mentalidad generalizada de la sociedad. William McDougall escribió: “Al estudiar los principios de la psicología colectiva, hemos de comenzar con las más simples formas de asociación humana y animal; pues aunque corresponde anotar que sólo los grupos humanos más altamente desarrollados manifiestan una mente colectiva, también los grupos de bajo nivel de organización exhiben en forma relativamente simple los modos de influencia reciproca entre grupo e individuo esenciales para la existencia de la mente colectiva” (De “Introducción a la Psicología”-Editorial Paidós-Buenos Aires 1961).

Si bien la mente colectiva, o generalizada, no existe en ningún lugar del espacio, la interacción e influencia reciproca entre los distintos individuos en sociedad, permiten establecer descripciones aceptables considerando tal concepto. De ahí que la cultura de los pueblos, como consecuencia de las ideas básicas que existen en sus individuos, puede estar estrechamente vinculada, incluso materializada, en tal mentalidad generalizada. Joseph Nuttin escribió:

“Otro punto de vista en antropología cultural ha puesto en evidencia la interacción entre la personalidad y la cultura: en lugar de estudiar la influencia de la cultura sobre la personalidad, se demuestra que los rasgos de personalidad de un pueblo determinan las particularidades de su cultura. Así, por ejemplo, se ha demostrado que algunas características típicas de ciertas culturas se explican fácilmente partiendo de ciertas formas o rasgos de personalidad predominantes en un grupo determinado”.

“Cuando Linton y Kardiner comenzaron a estudiar la cultura y la personalidad, no ya en una u otra forma especial de sus manifestaciones, sino como estructuras de conjunto, pusieron de relieve la continuidad de la personalidad a través de su desarrollo, y, en consecuencia, la relación entre las experiencias de la primera infancia y los rasgos de carácter de la persona adulta”.

“Esta configuración de la personalidad que será más o menos común a los miembros de una misma sociedad, en virtud de las similares experiencias infantiles, es denominada por estos autores personalidad básica. Se trata de ese componente fundamental, esa armazón más o menos idéntica, que subtiende las formas concretas más individualizadas de la personalidad” (De “La estructura de la personalidad”-Editorial Kapeluz SA-Buenos Aires 1968).

Existe también una relación entre las definiciones de cultura y personalidad. Anthony F. C. Wallace escribió: “La más famosa definición de cultura pertenece a Taylor: «Cultura es ese todo complejo que incluye conocimientos, creencias, arte, moral, leyes, costumbres y cualquier otra aptitud o hábito adquirido por el hombre como miembro de la sociedad»”. Prosigue: “Si en ella sustituimos la palabra «cultura» por «personalidad», y «hombre» por «individuo», servirá también como una pasable definición de personalidad” (De “Cultura y personalidad”-Buenos Aires 1963). Entonces tendremos: “Personalidad es ese todo complejo que incluye conocimientos, creencias, arte, moral, leyes, costumbres y cualquier otra aptitud o hábito adquirido por el individuo como miembro de la sociedad”.

La mejora de las sociedades provendrá de una mejora cultural, por lo que quedará materializada en una mejora de la mentalidad generalizada predominante. La idea básica será la de que existe un orden natural inmanente al cual nos debemos adaptar. Esta idea es esencialmente similar a la creencia en un Dios trascendente que impone sus leyes a los hombres. La manera en que podrá generalizarse la religión será a través de la religión natural, que podrá contar con el fundamento de la ciencia experimental.

Debemos tener presente que el hombre posee atributos éticos, intelectuales y estéticos, de ahí que dedicar todos nuestros esfuerzos al bienestar de nuestro cuerpo, relegando los demás atributos, significa adoptar la personalidad el hombre mutilado, incapaz de lograr niveles aceptables de felicidad.
La sociedad de consumo resulta ser así como un cuerpo sin alma, sin objetivos trascendentes y que, a la corta o a la larga, cae en severas crisis sociales y económicas o bien perdura en un nivel de pobreza y mediocridad general.

jueves, 23 de junio de 2011

La ciencia como sistema complejo adaptativo

Toda ciencia se construye a partir de leyes naturales, es decir, tiene como principal objetivo la descripción de los vínculos permanentes entre causas y efectos que existen en la naturaleza. Estos vínculos han sido asociados a las funciones matemáticas estableciéndose así un poderoso método de descripción que se emplea tanto en las ciencias naturales como en las ciencias sociales. Como ejemplo de ley natural causal podemos mencionar a las leyes básicas del mercado:

a- Cuando aumenta el precio de un producto, disminuye su demanda (por parte de los consumidores).
b- Cuando aumenta el precio de un producto, aumenta su oferta (por parte de los productores).

Además de este tipo de ley natural, existen también los “sistemas complejos adaptativos”, que en realidad son sistemas de realimentación negativa. En ellos, los efectos controlan (retroactivamente) a las causas que los producen buscando cierta estabilidad asociada a un determinado objetivo.

Siguiendo con el ejemplo anterior, y teniendo presente que el aumento de la oferta tiende a presionar al precio a disminuir, mientras que el aumento de la demanda tiende a presionarlo a subir, tenemos que la diferencia entre la oferta y la demanda actúa como un lazo de realimentación que tiende a estabilizar el precio determinando también una oferta y una demanda estabilizadas. Podemos hacer una síntesis de los procesos mencionados:

1) Sistemas simples: las causas producen efectos

2) Sistemas complejos adaptativos: las causas son controladas por los efectos (retroactivamente) en la búsqueda de cierto objetivo (bajo una condición de estabilidad).

Tanto los sistemas simples como los complejos admiten una relación del tipo respuesta/estímulo que ha de caracterizar su comportamiento.
Los sistemas complejos adaptativos tienen la particularidad de adquirir información del medio que lo rodea. Así, los seres vivientes encuentran regularidades y establecen modelos descriptivos teniendo presente una posterior adaptación. Si existen diferencias apreciables entre el modelo elaborado y la realidad, proponen otros modelos para que se reduzcan esas diferencias. Si se elabora más de un modelo, se considera que compiten hasta que, mediante una selección, se elige a uno de ellos.

Como un ejemplo adicional podemos mencionar el proceso de adaptación cultural del hombre respecto del orden natural. En este caso podemos presuponer la existencia de un sistema complejo adaptativo que tiene como objetivo nuestra adaptación a las leyes que conforman el orden natural (si existen leyes, podemos hablar de la existencia de cierto orden).

Como, por lo general, es grande la diferencia entre el hombre en proceso de adaptación y el hombre totalmente adaptado, debemos aumentar nuestro nivel de conocimientos para reducir esa diferencia. Esta tendencia está asociada al “principio de complejidad-conciencia” propuesto por Pierre Teilhard de Chardin. A mayor información, mayor adaptación y mayor nivel de conciencia en el ser humano.

En cuanto al lazo de realimentación, que tiene presente el objetivo (plena adaptación) y lo compara con el estado real del hombre (en proceso adaptativo) podemos considerar a los profetas y a los filósofos, que dan sugerencias éticas tratando de acercarnos al objetivo aparente que genera y motiva el proceso de adaptación cultural de la humanidad.

Con todo ello vemos la potencia del método. Si deseamos hablar sobre filosofía de la historia, o acerca de la finalidad aparente del universo, debemos basar nuestra discusión en un sistema complejo adaptativo similar al descripto. Si adoptamos este procedimiento es posible pasar de la filosofía de la historia a la ciencia de la historia. Podemos decir que, si las ciencias sociales aspiran a mejorar tanto en su nivel de precisión como en su grado de eficacia, se deberán tener presentes, además de las leyes causales, a los sistemas complejos adaptativos.

En cuanto a la ciencia experimental, podemos también considerarla como un sistema realimentado. Si denominamos como R a la realidad existente, o a una parte de ella, mientras que con M(t) designamos a los modelos establecidos para su adecuada descripción, tenemos presente que R no cambia en el tiempo (leyes naturales invariantes) mientras que los modelos propuestos sí han de cambiar.

El lazo de realimentación será el individuo capaz de observar tanto a R como a M(t) para efectuar su comparación determinado el error existente, es decir: Error = R − M(t). Esta es la esencia del método experimental por cuanto tal error será determinado en forma experimental. La magnitud del error indicará al científico si debe aceptar el modelo propuesto, mejorarlo o bien reemplazarlo por otro.

Este proceso, conocido como de “prueba y error”, es la base de una posterior teoría del conocimiento. Karl Popper escribió:

“Aunque he limitado mi discusión al desarrollo del conocimiento en la ciencia, mis observaciones son también aplicables, creo que sin muchos cambios, al desarrollo del conocimiento precientífico, es decir, a la manera general en que los hombres, e incluso los animales, adquieren nuevos conocimientos fácticos acerca del mundo. El método de aprendizaje de ensayo y error –de aprender de nuestros errores- parece ser fundamentalmente el mismo, ya sea practicado por animales más o menos desarrollados, por chimpancés o por hombres de ciencia. Mi interés no se dirige meramente a la teoría del conocimiento científico, sino más bien a la teoría del conocimiento en general. Ahora bien, el estudio del desarrollo del conocimiento científico es, creo, la manera más fructífera de estudiar el desarrollo del conocimiento en general. Puede decirse que el desarrollo del conocimiento científico es el desarrollo del conocimiento humano ordinario amplificado” (De “Conjeturas y refutaciones”-Editorial Paidós SA-Barcelona 2001).

El conocimiento individual opera bajo el mismo principio adoptado por la ciencia experimental, que podemos sintetizar en la siguiente secuencia:

a) Encontrar regularidades acerca del medio a describir (leyes)
b) Establecer modelos tentativos
c) Comparar dichos modelos con la realidad descripta
d) Si la diferencia es grande, volver al primer paso o al segundo tratando de reducir el error.
e) Rechazar los modelos que presenten mayores errores.

En cuanto al comportamiento social del hombre, R será esta vez el conjunto de aspectos inherentes a nuestra esencia humana, también regido por leyes naturales, mientras que M(t) serán los modelos establecidos para su descripción (dentro del ámbito de la psicología, principalmente). A partir de la descripción hecha, se habrá de sugerir una acción concreta que modifique, al menos en parte, nuestra actitud característica, o nuestra visión respecto de la vida. Podemos decir que existirá entre las ciencias sociales y las sugerencias éticas concretas una relación similar a la existente entre ciencia y tecnología. Así, una teoría científica describe leyes naturales, mientras que la tecnología propone soluciones para una mejor adaptación a partir del conocimiento de tales leyes, mientras que una teoría del conocimiento describe leyes, asociadas esta vez a nuestro comportamiento, mientras que una teoría de la acción ética propone un comportamiento adecuado para una mejor adaptación.

Hemos visto que tanto la economía, como el proceso de la evolución cultural, como la ciencia experimental, el propio proceso del conocimiento individual y la mejora ética derivan, en principio, de adecuadas descripciones de sistemas complejos adaptativos, por lo cual es conveniente tenerlos presentes a la hora de establecer teorías en el ámbito de las ciencias sociales. Murray Gell-Mann escribió:

“La investigación en las ciencias de la complejidad, no sólo intenta desentrañar el significado de lo simple y lo complejo, sino también las semejanzas y diferencias entre los sistemas complejos adaptativos implicados en procesos tan diversos como el origen de la vida, la evolución biológica, la dinámica de los ecosistemas, el sistema inmunitario de los mamíferos, el aprendizaje y los procesos mentales de los animales (incluido el hombre), la evolución de las sociedades humanas, el comportamiento de los inversores en los mercados financieros y el empleo de programas y/o equipos informáticos diseñados para desarrollar estrategias o hacer predicciones basadas en observaciones previas”.

“Lo que tienen en común todos estos procesos es la existencia de un sistema complejo adaptativo que adquiere información acerca tanto de su entorno como de la interacción entre el propio sistema y dicho entorno, identificando regularidades, condensándolas en una especie de «esquema» o modelo y actuando en el mundo real sobre la base de dicho esquema. En cada caso hay diversos esquemas en competencia, y los resultados de la acción en el mundo real influyen de modo retroactivo en dicha competencia” (De “El Quark y el Jaguar” Tusquets Editores SA – Barcelona 1995)

En cuanto al controvertido tema de la competencia entre seres humanos, promovida a veces, y rechazada otras veces, podemos decir que las decisiones humanas que promueven una mejor adaptación harán uso de una selección o competencia cooperativa, mientras que las acciones que apuntan a vencer a otros hombres sin que exista algún tipo de mejora adaptativa, harán uso de una competencia destructiva.

viernes, 22 de abril de 2011

Actitud, valores y deducciones

Es deseable disponer, en las ciencias sociales, de algún concepto unificador que permita deducir la mayor parte de los fenómenos descriptos por aquéllas. Tal parece ser el concepto de actitud, tema central de la psicología social. M. Ginsberg escribió: “El papel de la psicología social es mostrar cómo las estructuras sociales y sus modificaciones influyen sobre la mentalidad de los individuos y los grupos que forman la sociedad; y recíprocamente, cómo el estado mental de los miembros afecta las estructuras sociales”.

Si algún aspecto observable puede constituir el punto de partida de sucesivas deducciones, se trata de un axioma que podrá establecer el fundamento de alguna teoría. Además, el concepto de actitud constituye una especie de puente natural entre el individuo y la sociedad, de ahí su gran generalidad. Jean Maisonneuve escribió:

“La aparición del concepto de actitud significa un progreso muy importante, porque la actitud, intermediaria entre el plano psicológico y el plano social, traduce la posición de un individuo, miembro de un grupo, frente a un problema colectivo. Por ejemplo, la actitud de Juan o Pedro en su familia, en un juego, o en una reunión política, expresa a la vez una reacción frente a ciertos hechos sociales determinados, y la intención de asumir cierta determinación, cierto rol”.

“Pero la actitud es también un concepto colectivo: podemos considerar las actitudes de un grupo frente a otro, de un público frente a una obra de teatro o una película; de un partido o de un sindicato frente a algún problema nacional o internacional. Bajo el aspecto verbal de la opinión, se presta a encuestas y a manipulaciones estadísticas que debían muy pronto alcanzar enorme desarrollo”.

“Las ventajas de una noción como la de actitud son múltiples; en primer lugar, libera a los investigadores de controversias entre escuelas sobre problemas tan trillados como los de individuo-sociedad, naturaleza-educación; en segundo lugar, gana en significación concreta, puesto que permite precisar a la vez los individuos estudiados y las situaciones y ambientes en los que se los considera. Por último, al mismo tiempo que es susceptible de un tratamiento cuantitativo simple, la actitud presenta un contenido cualitativo y significativo” (De “Psicología Social”- Editorial Paidós SA-Buenos Aires 1967).

Podemos hacer un breve esquema de una descripción del individuo y de la sociedad a través del concepto mencionado de actitud:

1- La actitud (y sus componentes) puede considerarse como un punto de partida o axioma.
2- La actitud es el vínculo natural entre individuo y grupo social
3- Es posible realizar deducciones, a partir de los axiomas, para la descripción de la mayor parte de los fenómenos sociales.

El siguiente planteamiento cubriría, en principio, todos los requerimientos de una teoría básica de las ciencias sociales, pero éste no es sino un “esqueleto” básico que debe completarse de una manera adecuada. El presente esquema permite, desde la psicología social, obtener una visión amplia de la sociedad.

En cuanto al posterior desarrollo de la teoría, podemos proponer a las componentes afectivas y cognitivas de la actitud, aspectos que pueden ser incluidos de diversas formas según sea la visión particular de cada pensador, si bien es posible que sólo algunas pocas opciones sean las que se ajusten mejor a la realidad. Una de las propuestas es la siguiente:

Componentes afectivas: son las posibles respuestas de todo individuo ante la presencia o la referencia de otros individuos: Amor. Odio. Egoísmo. Negligencia.

Componentes cognitivas: son las referencias principales sostenidas por todo individuo para la aceptación o el rechazo de un nuevo conocimiento o de una opinión ajena. Esta referencia estará constituida por la propia realidad, la postura de algún líder, la postura propia, lo que opina la mayoría.

Si bien estas componentes permiten la deducción de muchos aspectos inherentes al individuo y a la sociedad, deben incluirse algunos valores básicos, que vendrían a ser los objetivos o tendencias generales respecto de lo que cada hombre pretende hacer con su propia vida. Edwin Hollander escribió:

“Los gustos, los modales y la moral que nos caracterizan reflejan nuestras actitudes, así como los valores sociales que les sirven de base. La visión que un individuo tiene de su mundo y el modo en que actúa frente a él pueden ser entendidos, en gran medida, observando las actitudes que conforman su campo psicológico”.

“Actitudes y valores por igual poseen propiedades que definen lo que se espera y lo que se desea. Cabe concebirlos, por consiguiente, como estados motivacional-perceptuales que dirigen la acción” (De “Principios y métodos de Psicología Social”-Amorrortu Editores SCA-Buenos Aires 1968).

Es oportuno mencionar el siguiente párrafo del biólogo Françoise Jacob: “Llevo pues en mí, esculpida desde mi infancia, una especie de estatua interior que da continuidad a mi vida y que es la parte más íntima, el núcleo más duro de mi carácter. Esta estatua la he ido moldeando durante toda la vida. La he ido retocando sin cesar. La he afinado. La he pulido. Mi escoplo y mi cincel son encuentros y combinaciones…” (De “La estatua interior”-Tusquets Editores SA-Barcelona 1989). En este caso hace referencia a la adopción de ciertos valores básicos adoptados desde niño y que luego acrecentará durante el resto de su vida.

Para la descripción de los valores adoptados por la mayor parte de los seres humanos, podemos sintetizarlos en los siguientes:

Valores: Éticos (Afectivos, que apuntan hacia el Bien). Estéticos (Asociados a la belleza exterior y a las comodidades del cuerpo). Intelectuales (Asociados a la búsqueda de la Verdad). Sin valores (Ausencia de objetivos definidos).

Mirando hacia el futuro podemos vislumbrar la realización de estudios en neurociencia sobre los aspectos éticos, estéticos y cognitivos del hombre. El destacado neurocientífico Jean-Pierre Changeux escribió: “Los cursos de los últimos años me permitieron ir más allá y tratar temas que se encuentran en la interfase sensible de las ciencias humanas y la neurociencia. Entre los que más me interesan están la estética, la ética y también la epistemología, cuya «naturalización» se encuentra en curso, pero que sin duda aún tomará muchos años más. Espero que este libro pueda dar al menos una idea de la inmensidad del campo que se abre gracias a la neurociencia contemporánea por sus interacciones con las ciencias humanas y sociales” (De “Sobre lo verdadero, lo bello y el bien”-Katz Editores-Buenos Aires 2010).

En cuanto a las deducciones que podrán establecerse luego de explicitarse los principios adoptados, deberán dar respuesta a los interrogantes fundamentales del hombre cuya ignorancia puede seguir acarreando sufrimiento y conflictos. Uno de esos casos lo constituye la “natural bondad” o bien la “natural maldad” del hombre, siendo esta última una creencia que promueve el establecimiento de Estados totalitarios.

Considerando las cuatro componentes afectivas de la actitud, podemos afirmar que el hombre dispone tanto de actitudes cooperativas como de competitivas, y que el predominio de una sobre las otras depende de lo que los propios hombres decidan. A lo largo de la historia hemos comprobado que puede predominar tanto la “bondad natural” como la “maldad natural”, por cuanto no es adecuado considerarlas como puntos de partida de una filosofía o de una postura política o económica, ya que existen distintas actitudes básicas en la propia naturaleza humana siendo su predominio algo enteramente decidido por los propios seres humanos.

Nótese cómo las posturas extremas de la influencia totalmente preponderante de la herencia genética (a través de la raza) ha fundamentado al totalitarismo nazi, mientras que la influencia totalmente preponderante de la sociedad (a través de las clases sociales) ha fundamentado al totalitarismo marxista. Si tenemos presente que nuestras acciones personales dependen tanto de nuestra herencia como de la influencia del medio social, veremos el serio error que comenten ambas tendencias.

Los sistemas colectivistas, que se oponen al individualismo, han propuesto siempre el predominio de la sociedad o de la Nación sobre la integridad y la seguridad personal. El altruismo, como actitud que promueve el sacrificio personal por el bien prioritario de la sociedad o de la Nación, no forma parte de ninguna actitud natural y ahí seguramente radica una de las causas de los pobres resultados logrados por las tendencias totalitarias.

También es objeto de controversia la preponderancia del individuo sobre la sociedad o bien la preponderancia de la sociedad sobre el individuo. Es indudable de que existe una influencia en ambos sentidos pero, si deseamos mejorar tanto la individuo como a la sociedad, resulta evidente que debemos hacer prevalecer nuestras actitudes cooperativas, adoptar como referencia a la propia realidad y tener una equilibrada ambición de valores personales, es decir, éticos, estéticos y culturales, sin dejar de lado ninguno de ellos.