viernes, 12 de agosto de 2011

Personalidad y actitud característica

Mientras que la psicología trata de establecer una adecuada descripción del individuo buscando una mejor adaptación al orden social, la psiquiatría estudia las desviaciones de su conducta normal de manera de permitirle restablecer cierta estabilidad psíquica. Lo que caracteriza tal conducta, tanto desde el punto de vista emocional como racional, es aquel aspecto que conocemos bajo el nombre de personalidad. Gordon W. Allport escribió: “El descubrimiento de la personalidad es uno de los acontecimientos de la psicología más destacados del siglo actual [se refería al siglo XX]. La personalidad, dejando de lado todo lo demás que pueda ser, constituye la unidad fundamental y concreta de la vida mental que tiene formas categóricamente singulares e individuales. En el transcurso de los siglos los hombres no dejaron de describir y explorar este fenómeno de la personalidad individual” (De “Qué es la personalidad”-Editorial Siglo Veinte-Buenos Aires-1961)

Desde el conjunto de las ciencias humanas y sociales debe lograrse una teoría capaz de establecer vínculos entre las diversas teorías de la personalidad propuestas, como así también deberá permitir establecer vínculos directos con el creciente caudal de conocimientos que aporta la neurociencia. Desde esta ciencia ha podido ubicarse la zona del cerebro capaz de darnos, a cada uno de nosotros, nuestras características únicas e irrepetibles. Elkhonon Goldberg escribió: “En este libro exploro la parte de su cerebro que le hace a usted quien es y define su identidad, que encierra sus impulsos, sus ambiciones, su personalidad, su esencia: los lóbulos frontales del cerebro. Si se lesionan otras partes del cerebro, la enfermedad neurológica puede dar como resultado pérdida del lenguaje, memoria, percepción o movimiento. Pero la esencia del individuo, el núcleo de la personalidad, normalmente permanece intacta. Todo esto cambia cuando la enfermedad golpea los lóbulos frontales. Lo que entonces se pierde ya no es un atributo de su mente: es su mente, su núcleo, su yo. Los lóbulos frontales son lo mas específicamente humanas de todas las estructuras, y juegan un papel crítico en el éxito o el fracaso de cualquier empresa humana” (De “El cerebro ejecutivo”-Editorial Crítica SL-Barcelona 2002)

La psicología social utiliza, entre otros conceptos básicos, el de actitud. Si existe en los distintos individuos una personalidad única e irrepetible, ello implica que también existirá una actitud o respuesta característica que, precisamente, dará al individuo los atributos mencionados. Debe existir, por lo tanto, cierta identidad entre personalidad y actitud característica, identidad posiblemente oscurecida por conceptos definidos en forma poco precisa.
La actitud puede definirse como la relación existente entre respuesta y estimulo. También podemos expresarla según la siguiente igualdad:

Respuesta = Actitud x Estimulo

Maurice Reuchlin escribió respecto de la aparición del concepto de actitud: “La actitud ya no era una preparación motriz para la acción. Era un estado del espíritu que inclinaba a una persona a formular cierta opinión o a obrar de cierta manera con respecto a un objeto social (tal como el dinero, los extranjeros, determinada teoría, etc.)” (De “Historia de la Psicología”-Editorial Paidós-Buenos Aires 1959).
En esta expresión podemos identificar al “estado del espíritu” como la actitud, a “obrar de cierta manera” como la respuesta y al “objeto social” como el estimulo.

Las componentes de la actitud, comunes a todos los hombres, son las afectivas y las cognitivas. La individualidad del hombre surgiría entonces del agregado de tales componentes en ciertas proporciones irrepetibles, en forma similar a lo que ocurre en el ámbito biológico con el ADN. Incluso si nacieran dos individuos completamente idénticos, las distintas circunstancias de sus vidas harían que el contenido de información grabado en sus respectivas memorias fuese distinto, por lo que también seria distinta su respuesta o actitud característica.

Las componentes afectivas, o emocionales, de la actitud, son el amor, el odio, el egoísmo y la indiferencia, mientras que las componentes cognitivas consisten en la referencia adoptada para establecer el proceso de prueba y error, es decir, podría ser la realidad, la opinión propia, la opinión de otros hombres o bien lo que opina la mayoría. A partir de estas componentes afectivas y cognitivas adoptadas, surge una “teoría de la personalidad” proveniente de la psicología social.

Es oportuno mencionar que la empatía, estudiada también en neurociencia, admite componentes similares, de donde puede establecerse el vínculo entre psicología de la personalidad y neurociencia, como antes se mencionó. Luis Moya Albiol escribe:

“La empatía se conforma de dos componentes: uno de naturaleza cognitiva, otro de naturaleza emocional. El primero se relaciona con la capacidad de una persona para comprender y abstraer los procesos mentales de otro individuo. El segundo se refiere al acercamiento de un sujeto al estado emocional de otro, así como a las reacciones que ello provoca”.

“El descubrimiento de las «neuronas espejo» (neuronas que se activan al observar un estado motor, perceptivo o emocional de otro individuo) ha facilitado avanzar en la comprensión del modus operandi del cerebro empático”.

“Hallazgos recientes en primates no humanos muestran que las neuronas espejo no sólo se relacionan con la representación de la acción, sino que también facilitan la comprensión de los otros y sus intenciones, lo que estaría muy relacionado con el componente cognitivo de la empatía” (De “Mente y Cerebro”-Editorial Prensa Científica SA-Marzo-Abril 2011-Barcelona).

Otro aspecto importante a considerar es el vínculo existente entre personalidad y cultura. Así como se encontró un fundamento de la personalidad, desde la psicología social, es necesario encontrar un fundamento de la cultura. Y ello resulta posible a partir del concepto de mentalidad generalizada de la sociedad. William McDougall escribió: “Al estudiar los principios de la psicología colectiva, hemos de comenzar con las más simples formas de asociación humana y animal; pues aunque corresponde anotar que sólo los grupos humanos más altamente desarrollados manifiestan una mente colectiva, también los grupos de bajo nivel de organización exhiben en forma relativamente simple los modos de influencia reciproca entre grupo e individuo esenciales para la existencia de la mente colectiva” (De “Introducción a la Psicología”-Editorial Paidós-Buenos Aires 1961).

Si bien la mente colectiva, o generalizada, no existe en ningún lugar del espacio, la interacción e influencia reciproca entre los distintos individuos en sociedad, permiten establecer descripciones aceptables considerando tal concepto. De ahí que la cultura de los pueblos, como consecuencia de las ideas básicas que existen en sus individuos, puede estar estrechamente vinculada, incluso materializada, en tal mentalidad generalizada. Joseph Nuttin escribió:

“Otro punto de vista en antropología cultural ha puesto en evidencia la interacción entre la personalidad y la cultura: en lugar de estudiar la influencia de la cultura sobre la personalidad, se demuestra que los rasgos de personalidad de un pueblo determinan las particularidades de su cultura. Así, por ejemplo, se ha demostrado que algunas características típicas de ciertas culturas se explican fácilmente partiendo de ciertas formas o rasgos de personalidad predominantes en un grupo determinado”.

“Cuando Linton y Kardiner comenzaron a estudiar la cultura y la personalidad, no ya en una u otra forma especial de sus manifestaciones, sino como estructuras de conjunto, pusieron de relieve la continuidad de la personalidad a través de su desarrollo, y, en consecuencia, la relación entre las experiencias de la primera infancia y los rasgos de carácter de la persona adulta”.

“Esta configuración de la personalidad que será más o menos común a los miembros de una misma sociedad, en virtud de las similares experiencias infantiles, es denominada por estos autores personalidad básica. Se trata de ese componente fundamental, esa armazón más o menos idéntica, que subtiende las formas concretas más individualizadas de la personalidad” (De “La estructura de la personalidad”-Editorial Kapeluz SA-Buenos Aires 1968).

Existe también una relación entre las definiciones de cultura y personalidad. Anthony F. C. Wallace escribió: “La más famosa definición de cultura pertenece a Taylor: «Cultura es ese todo complejo que incluye conocimientos, creencias, arte, moral, leyes, costumbres y cualquier otra aptitud o hábito adquirido por el hombre como miembro de la sociedad»”. Prosigue: “Si en ella sustituimos la palabra «cultura» por «personalidad», y «hombre» por «individuo», servirá también como una pasable definición de personalidad” (De “Cultura y personalidad”-Buenos Aires 1963). Entonces tendremos: “Personalidad es ese todo complejo que incluye conocimientos, creencias, arte, moral, leyes, costumbres y cualquier otra aptitud o hábito adquirido por el individuo como miembro de la sociedad”.

La mejora de las sociedades provendrá de una mejora cultural, por lo que quedará materializada en una mejora de la mentalidad generalizada predominante. La idea básica será la de que existe un orden natural inmanente al cual nos debemos adaptar. Esta idea es esencialmente similar a la creencia en un Dios trascendente que impone sus leyes a los hombres. La manera en que podrá generalizarse la religión será a través de la religión natural, que podrá contar con el fundamento de la ciencia experimental.

Debemos tener presente que el hombre posee atributos éticos, intelectuales y estéticos, de ahí que dedicar todos nuestros esfuerzos al bienestar de nuestro cuerpo, relegando los demás atributos, significa adoptar la personalidad el hombre mutilado, incapaz de lograr niveles aceptables de felicidad.
La sociedad de consumo resulta ser así como un cuerpo sin alma, sin objetivos trascendentes y que, a la corta o a la larga, cae en severas crisis sociales y económicas o bien perdura en un nivel de pobreza y mediocridad general.