jueves, 28 de junio de 2018

Las insociables ciencias sociales

Debido a que las distintas ramas de la ciencia social describen una misma realidad, aunque desde distintas perspectivas, no teniendo entre ellas límites bien definidos, resulta conveniente la existencia de “buenas relaciones” entre las mismas. De esa manera se facilitarán los vínculos interdisciplinarios. Sin embargo, es frecuente observar bastante ignorancia de los especialistas respecto de las demás ciencias sociales, incluso con la intención de negarles validez. José Ortega y Gasset alguna vez se refirió a la “barbarie del especialismo”, mientras que Friedrich von Hayek, en el mismo sentido, escribió: “Nadie puede ser un gran economista si es solamente un economista –y me veo incluso tentado de agregar que un economista que es solamente un economista puede ser una calamidad, hasta un verdadero peligro” (Citado en “Los profetas de la felicidad” de Alain Minc-Paidós-Buenos Aires 2005).

El caso más notable es el marxismo, una filosofía social considerada por muchos como parte de la sociología. El marxismo considera que sus hipótesis (poco comprobadas o bien erróneas) constituyen una ciencia verificada mientras que le quita toda validez a la ética, la religión, la economía, el derecho, etc., calificándolas como vulgares “ideologías”. Actúa como un cáncer al pretender desplazar todas las ciencias sociales pretendiendo reemplazarlas por una ideología filosófica poco verídica y poco exitosa en cuanto a sus aplicaciones.

Entre los efectos negativos del especialista, puede mencionarse la creencia en que sólo desde su ciencia particular podrán solucionarse todos los problemas humanos prescindiendo completamente de las demás ciencias sociales. El caso más conocido es el economismo, o economicismo, postura que aduce que, una vez mejorada la economía de un país, se solucionarán todos los problemas humanos y sociales. Para el “bárbaro especialista”, el científico social multidisciplinario es un “irresponsable” por pretender abarcar demasiados conocimientos, mientras que para el multidisciplinario es irresponsable el “bárbaro especialista” por abarcarlos en forma insuficiente.

Algunos sociólogos sostienen que la sociedad tiene sus propias leyes y que tales leyes son independientes de aquéllas que gobiernan las conductas individuales, existiendo un explícito desconocimiento de la psicología social. Por el contrario, para el psicólogo social son los individuos, y sus actitudes, quienes conforman los comportamientos colectivos. Solomon Asch escribió: “A esta altura los criterios se bifurcan en direcciones radicalmente diferentes. Un importante punto de vista intenta reducir íntegramente los hechos de la determinación social al dominio de la psicología. Sostiene que las organizaciones institucionales y las acciones sociales son, en toda su extensión, hechos referentes a la psicología de los individuos. En particular, busca en los procesos de aprendizaje la clave de la acción social”.

“Un punto de vista totalmente opuesto, cuyo representante más conspicuo es el sociólogo Emile Durkheim, sostiene que, puesto que los miembros de las diferentes sociedades son fundamentalmente similares en su equipo biológico y en sus capacidades y tendencias individuales, éstas últimas no pertenecen a una ciencia de la sociedad o a una descripción del comportamiento social. El principio que invoca es que lo que hay de similar en todos los hombres no puede ser usado para explicar las diferencias entre ellos. Por lo tanto sugiere que existe una categoría de hechos sociales que surge de acuerdo con principios autónomos, y que no puede ser reducida al nivel de hechos individuales, biológicos o psicológicos. Estos principios de la sociedad solamente pueden ser descubiertos por el estudio de los movimientos e instituciones sociales, sus interrelaciones y cambios. Durkheim, el destacado exponente de la posición según la cual los hechos sociales tienen una existencia y legalidad propias, deduce que la psicología no tiene, en última instancia, relación con los hechos de la sociedad y el cambio histórico” (De “Psicología Social”-EUDEBA-Buenos Aires 1964).

La visión de la sociedad, sostenida por Durkheim, resulta similar a un hormiguero, en el que las acciones individuales tienen sentido sólo si se agregan a las acciones de la multitud de hormigas. Mientras que las sociedades humanas se establecen en base a la libertad y la responsabilidad individual, las sociedades de insectos se establecen en base a integrantes que carecen de libertad y de responsabilidad individual, ya que sólo se limitan a obedecer al colectivo. De ahí que la visión de Durkheim se adapte bastante a las ideas totalitarias. Solomon Asch agrega: “Algunos teóricos sociales…observan la manera cómo las fuerzas sociales enredan a individuos cuyo carácter real desconocen. Se sorprenden de la marcha impersonal de la historia, que se impone con arrogancia a los individuos, y sostienen, con Hegel, que la historia es el degolladero de las naciones. Consecuentemente concluyen que la historia posee una dirección independiente de la conciencia o de los deseos de sus actores y que, comparados con ella, los factores psicológicos son pequeños e impotentes. Infieren que cada sociedad se ingenia para moverse en una dirección particular e instalar sus instrumentos humanos en las posiciones exactas, de manera de producir resultados que ellos pudieron o no proponerse”.

Puede decirse que las posturas socialistas se justifican en las visiones sociológicas y filosóficas, como las mencionadas, mientras que las posturas liberales se justifican en la visión surgida de la psicología social. Al ignorar los procesos individuales, la sociología da visiones incompletas y distorsionadas del hombre. Asch agrega: “No podemos crear una ciencia de la acción social que no se base en las relaciones del hombre con su ambiente físico. Para poder hablar del carácter social del hombre se debe conocer la manera cómo percibe, conoce y actúa”.

Una de las metas de las ciencias sociales ha de ser la de responder la pregunta acerca de lo que el “hombre debe ser”. Para ello debe primero describir “lo que el hombre es” para, luego, efectuar una optimización de ese comportamiento real. Si bien la optimización no ha de ser un conocimiento verificable, sí lo es la descripción previa. Sin embargo, muchos científicos sociales se oponen a tal respuesta, aceptando tácitamente que no debe ser dada por quienes estudian el comportamiento humano, sino por aquellos que poco saben acerca del mismo. Solomon Asch escribe al respecto: “El sentido común advierte que los hombres no siempre, ni siquiera frecuentemente, obran de acuerdo con sus mejores impulsos; pero también reconoce que estos impulsos son condiciones necesarias para la sociedad. Empero estas ideas no sólo son excluidas de la discusión científica; los esquemas conceptuales con que la psicología trabaja hoy, casi no dejan lugar para ellas”.

“Es frecuente justificar esta parcialidad en nombre de la ciencia y la objetividad, de la necesidad de ser realistas, de apelar al hecho, de desconfiar de las especulaciones, y sobre todo de la necesidad de no dejarse engañar por las nociones de lo que el hombre debería ser”.

Quizá el síntoma más evidente de las disputas entre las diversas ciencias sociales radique en la presunción de algunos científicos sociales que aducen poseer cierta prioridad para determinados estudios por cuanto suponen poseer cierta “concesión exclusiva” de la naturaleza para emprender tales estudios, siendo una disputa similar a la de los diversos grupos religiosos que aducen cierta “concesión exclusiva” por parte de Dios. Así, cuando desde la psicología social se habla acerca de praxeología, algunos economistas lo interpretan como una intromisión injustificada por cuanto ignoran que las teorías de la acción son temas propios de la psicología social y, esencialmente, de toda persona que tenga interés en tal tema, cualquiera sea su especialidad intelectual.

La ausencia de comunicación entre las diversas ciencias sociales no se presenta solamente entre ciencias rivales, sino también entre aquellas que coinciden en sus métodos y fines, como es el mencionado caso de la psicología social y la praxeología. G. Klimovsky y C. Hidalgo escriben respecto al debate entre holismo e individualismo metodológico: “Para el holismo, las entidades sociales fundamentales de una teoría social unificada deberán referirse a tales entidades colectivas y permitirán la deducción y subsumisión de cualquier otra teoría acerca de los individuos, sus propiedades e interacciones. Durkheim es la figura más representativa de esta forma de concebir la ontología de lo social y las consecuencias reduccionistas que ella tiene respecto de la construcción de teorías sociales”.

“En oposición, los individualistas metodológicos (como los economistas F. A. Hayek y Ludwig von Mises, y el propio Popper) sostienen que las entidades sociales básicas son los individuos, sus creencias, sus disposiciones típicas y sus fines particulares. Para ellos la acción colectiva se puede explicar a partir de teorías cuyas hipótesis aluden a la acción individual de diversos agentes con sus creencias, fines y disposiciones típicas en el marco de interacción social y, por ende, las teorías individualistas serían las únicas con capacidad de reducir a todas las teorías cuyas hipótesis se refieren a la acción colectiva y a las entidades colectivas” (De “La inexplicable sociedad”-A-Z Editora SA-Buenos Aires 1998).

El tema mencionado resulta un tanto análogo al de la termodinámica, una teoría macroscópica de los fenómenos térmicos (con la presión, el volumen y la temperatura como magnitudes relevantes) y a la mecánica estadística, una teoría microscópica que llega a los mismos resultados describiendo el comportamiento molecular basándose en las leyes newtonianas. En el caso de los seres humanos, el vínculo entre individuo y sociedad es la actitud característica; que es una variable social que resulta ser el puente natural para unir ambos niveles de observación, y, especialmente, para dejar de lado la visión de la sociedad como un simple “hormiguero” humano.

Según las neurociencias, las decisiones humanas, y las acciones en general, dependen no sólo de aspectos racionales, sino también de aspectos emocionales. De ahí la limitación que muestra la praxeología de Ludwig von Mises para constituirse en “la ciencia de todo tipo de acción humana”. También escribió: “Por definición, la acción siempre es racional” (Citado en “Las ciencias sociales en discusión” de M. Bunge-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1999).

Se advierte, de lo anterior, que resulta necesaria una actualización y un reforzamiento de la praxeología como fundamento de la economía, teniendo esta vez presente al ya casi centenario concepto de “actitud”, concepto básico de la psicología social, ya que la actitud tiene en cuenta tanto los aspectos cognitivos como los emocionales de todo individuo.

lunes, 25 de junio de 2018

Diferencias entre ciencias naturales y ciencias sociales

Las ciencias naturales apuntan a la descripción de relaciones del tipo “causa y efecto”, que materializan el concepto de ley natural. Así, una ley natural es el vínculo permanente entre causas y efectos. En el caso de la física, aun cuando en muchos fenómenos no sea sencillo distinguir entre causas y efectos, concurre en nuestra ayuda la “función matemática”, que representa simbólicamente el vínculo existente entre dos o más magnitudes físicas. Por ejemplo: Espacio = Velocidad x Tiempo, ecuación en la cual las tres magnitudes intervinientes quedan ligadas por tal ente matemático.

A medida que la física se expande, describiendo fenómenos cada vez más complejos, el vínculo matemático entre magnitudes físicas deja de ser la simple función matemática para dar lugar a otros entes matemáticos de mayor generalidad. La tarea de la física teórica, o fisicomatemática, consiste esencialmente en encontrar el vínculo matemático existente entre las magnitudes físicas utilizadas para la descripción de determinados fenómenos.

En el caso de las ciencias sociales, ya no resulta adecuado ni conveniente utilizar vínculos del tipo “causa y efecto”, sino vínculos del tipo “valores, finalidades y medios para lograrlos”. La acción humana consiste esencialmente en describir el comportamiento humano en base, precisamente, de valores y finalidades que, a nivel individual, son adoptados por los integrantes de la sociedad. Jesús Huerta de Soto escribió: “La diferencia entre las ciencias naturales y las ciencias sociales radica en el sistema de categorías que se utiliza en cada una para interpretar los fenómenos y construir las distintas teorías. Las ciencias naturales desconocen por completo las causas últimas de los objetos que estudian. Por el contrario, las ciencias sociales, o mejor dicho, las ciencias de la acción humana, se encuentran por completo dentro de la órbita del propósito o de la acción dirigida conscientemente para conseguir determinados fines concretos; las ciencias de la acción humana son ciencias teleológicas y su método ha de ser, por tanto, plenamente esencialista”.

“Suele denominarse «esencialismo metodológico» o, más comúnmente, realismo metodológico a aquella doctrina según la cual la labor de los científicos no es limitarse a los fenómenos tal y como se nos ofrecen a través de los sentidos. En efecto, la mencionada doctrina mantiene que estos fenómenos son variables y que no existe ciencia más que de lo permanente y universal. La tarea de los científicos es llevar la investigación a la realidad subyacente de los acontecimientos superficiales. El objeto de la ciencia es formular leyes referentes a la esencia de los fenómenos reales”.

Como ejemplo de acción humana puede mencionarse la praxeología, o estudio de la acción humana en el ámbito económico. El citado autor escribió: “La ciencia económica se construye sobre la base de razonamientos lógico-deductivos a partir de unos pocos axiomas fundamentales que están incluidos dentro del concepto de «acción humana». El más importante de todos ellos es la propia categoría de la acción humana; los hombres eligen, por tanteo, sus fines, y buscan medios adecuados para conseguirlos; todo ello según sus individuales escalas de valor. Otro axioma nos dice que los medios, siendo escasos, se dedicarán primero a la consecución de los fines más altamente valorados y sólo después a la satisfacción de otros menos urgentemente sentidos («ley de la utilidad marginal decreciente»). En tercer lugar, que entre dos bienes de idénticas características, disponibles en momentos distintos de tiempo, siempre se preferirá el bien más prontamente disponible («ley de la preferencia temporal»)” (De “Método y crisis en la ciencia económica”-www.eseade.edu.ar).

En los artículos acerca de los fundamentos de la ciencia económica, realizados por los adherentes a la Escuela Austriaca de Economía, llama la atención la actitud defensiva que adoptan frente a las críticas positivistas, siendo el positivismo la postura filosófica de quienes aducen que en toda descripción científica deben entrar sólo aspectos observables. En cierta forma mantienen en vigencia una disputa propia del siglo XIX. Pareciera que gastaran la mayor parte de sus energías en una disputa de la que, en el caso de la física, se pudo despegar hace bastante tiempo.

Si la física hubiese sido fiel al positivismo, seguramente no hubiese logrado el éxito que logró. De ahí que los físicos piensen más en la realidad a describir que en lo que puedan decir los epistemólogos. Quien dictamina si una teoría es acertada, o no, es la propia realidad y no los filósofos de la ciencia. El físico Steven Weinberg escribió a través de un personaje ficticio: “Mi querido joven, pareces haberte atiborrado acríticamente de la doctrina del siglo XIX llamada positivismo, que dice que la ciencia sólo debería interesarse por las cosas que pueden realmente ser observadas. Estoy de acuerdo en que no es posible medir una función de onda [de la mecánica cuántica] en un solo experimento. ¿Y qué? Repitiendo las mediciones muchas veces para el mismo estado inicial, tú puedes calcular cuál debe ser la función de onda en dicho estado y utilizar los resultados para comprobar nuestras teorías. ¿Qué más quieres? Tú realmente deberías acomodar tu pensamiento al siglo XX. Las funciones de onda son reales por la misma razón por la que lo son los quarks y las asimetrías: porque es útil incluirlas en nuestras teorías. Cualquier sistema está en un estado definido, haya seres humanos observándolo o no; el estado no viene descrito mediante una posición o un momento, sino mediante una función de onda” (De “El sueño de una teoría final”-Crítica-Barcelona 1994).

Adoptando una actitud similar, puede decirse que los axiomas básicos de la praxeología, antes expuestos, tienen una legitimidad inobjetable por cuanto se adaptan a la realidad tanto como las deducciones lógicas establecidas a partir de ellos. Incluso es posible decir que son axiomas surgidos de una previa observación directa de la propia realidad, tal la búsqueda de objetivos, elecciones prioritarias y preferenciales, etc. Es por ello que puede afirmarse que se trata de una teoría económica que puede insertarse entre las ciencias fácticas, en lugar de ser considerada como una ciencia formal. Sería oportuno que los economistas leyeran con mayor frecuencia las opiniones de quienes hacen la ciencia, como los físicos teóricos, en lugar de darles tanta importancia a los filósofos de la ciencia.

La coherencia lógica de ciertos axiomas compatibles con la realidad no implica que la teoría en cuestión sea necesariamente una ciencia formal, como la lógica y las matemáticas, ya que la física, por ejemplo, exhibe teorías coherentes, matemáticamente hablando, sin que por ello deba interpretarse a la física como una ciencia formal. Recordemos que toda teoría verdadera, o compatible con la realidad, “hereda” la coherencia de la propia realidad que describe. Baruch de Spinoza escribió: “El orden y conexión de las ideas es el mismo orden y conexión de las cosas” (De “Ética demostrada según el orden geométrico”-Ediciones Altaya SA-Barcelona 1994).

En la actualidad, tanto las ciencias naturales como las ciencias sociales, son sometidas a una intensa campaña de desprestigio. Una de las causas de esta actitud proviene del hecho de ser la ciencia un producto típico de la civilización occidental, por lo que todo éxito en ese ámbito resulta intolerable ante sus detractores. Incluso no faltan los nuevos sofistas que intentan denigrarla negando la objetividad de sus resultados. Weinberg agrega: “La metafísica y la epistemología tenían, al menos, la intención de jugar un papel constructivo en la ciencia. Pero en años recientes la ciencia ha sufrido el ataque de comentaristas hostiles reunidos bajo el estandarte del relativismo. Los relativistas filosóficos niegan la pretensión de la ciencia del descubrimiento de la verdad objetiva; ellos la ven simplemente como otro fenómeno social, no esencialmente diferente de un culto de fertilidad o un «potlatch» [ritual indio]”.

La ciencia social que describe las acciones individuales es la Psicología social, adoptando como fundamento el concepto de “actitud”. “Existen muchas diferencias entre el conocimiento práctico y científico de la conducta social. El objetivo más importante de las ciencias no es el predecir y el de controlar, sino el de comprender. El control efectivo es una recompensa de la comprensión y la exactitud predictiva constituye, a su vez, un control del entendimiento”. “Entre las ciencias sociales, es sólo el psicólogo social el que trata, ante todo, de la conducta de un individuo. Los economistas, los políticos, los sociólogos, los antropólogos y otros estudian la conducta de grupos más amplios, así como las clasificaciones humanas, y al analizar varios índices de conducta describen ciertas actividades específicas y ciertas divisiones. Ahora bien; cuando estas disciplinas sociales se refieren al individuo, se limitan a ciertos segmentos de la conducta («el hombre político», «el hombre económico», etc.). La psicología social, por el contrario, concierne a todos los aspectos de la conducta social del hombre, esto es, al «hombre social». La psicología social es, por lo tanto, la ciencia de la conducta del individuo dentro de la sociedad” (De “Psicología Social” de D. Krech, R. S. Crutchfield y E. L. Ballachey-Biblioteca Nueva-Madrid 1965).

La actitud característica define la personalidad y la individualidad humana, implicando una predisposición a la acción en función de las ideas, creencias y valores predominantes, que puede describirse de la siguiente manera:

Respuesta (acción) = Actitud característica x Estímulo

Considerando las componentes afectivas, o emocionales, y las componentes cognitivas de dicha actitud, que cubren todas las posibilidades, se establece una teoría general de la acción, vinculada a la praxeología como un caso especial de acción humana. Ello no significa que la abarque o la incluya, sino que, al menos, resulta compatible. “A medida que un individuo adquiere nuevas actitudes, esto es, en cuanto asimila nuevos objetos, sus dotes de improvisación ante dichos objetos disminuyen. Sus acciones se van haciendo cada vez más estereotipadas y, por lo tanto, más predictibles y consistentes. Por eso la vida social se convierte en una realidad, ya que, si no existieran esas expresiones, actitudes o reacciones estereotipadas, la vida social sería imposible” (De “Psicología Social”).

miércoles, 20 de junio de 2018

Las regularidades de la subjetividad

De la misma forma en que existen las leyes del caos, o las leyes del azar (probabilidades), existen también regularidades observables en las decisiones subjetivas establecidas por los seres humanos. Incluso en la mecánica cuántica surge la paradoja de que la función de onda (asociada a las partículas atómicas), cuyo cuadrado es interpretado como una medida de la probabilidad de localización de una partícula, está regida por una ecuación diferencial determinista, en la que el futuro depende del estado del presente.

En el caso de la economía, luego de la admisión de que el valor de los bienes económicos tiene un carácter subjetivo (es el consumidor quien le otorga valor a las cosas, sin que haya que atribuirles un valor objetivo) resulta erróneo suponer que no existan regularidades ni leyes que amparen tales valoraciones y decisiones posteriores, llegando a la errónea conclusión de que la ciencia económica es una “ciencia subjetiva”; por cuanto resulta sencillo observar en cualquier texto de economía gran cantidad de leyes propias de esa rama de las ciencias sociales. Carl Menger advertía a sus lectores de no caer en ese error: “Tan sólo querríamos prevenir aquí contra la opinión de quienes niegan la regularidad de los fenómenos económicos aludiendo a la libre voluntad de los hombres, porque por este camino lo que se niega es que las teorías de la economía política tengan el rango de ciencia exacta” (De “Principios de Economía Política”-Ediciones Folio-Barcelona 1996).

Por otra parte, Ludwig von Mises consideraba inadecuada la intención de describir la acción humana en base a relaciones del tipo estímulo-respuesta, considerando que para ello debería llegarse a una descripción a nivel de los procesos físicos y químicos que gobiernan nuestro cuerpo y nuestra mente. De ahí que considera, acertadamente, que la acción humana depende esencialmente de las ideas y de una finalidad asociada a cada una de nuestras acciones. Al respecto escribió: “Un positivista confiado puede esperar que algún día los fisiólogos tengan éxito en describir en términos físicos y químicos todos los eventos que resultaron en la producción de individuos determinados y en la modificación de su sustancia innata durante sus vidas. Podemos dejar de lado la pregunta de si un conocimiento tal sería suficiente para explicar de manera completa el comportamiento de los animales en cualquier situación que debieran enfrentar. Pero no debe dudarse de que no le permitiría al estudiante lidiar con el modo en que un hombre reacciona a estímulos externos. Porque esta reacción humana está determinada por ideas, un fenómeno cuya descripción está más allá del alcance de la física, la química y la fisiología” (De “Los fundamentos últimos de la ciencia económica”).

Se advierte, sin embargo, que Mises no tiene en cuenta la posible existencia de una actitud característica, que es una respuesta típica individual que tiene en cuenta las ideas, el razonamiento y los aspectos emocionales que intervienen en los procesos asociados a la toma de decisiones. Al no estar del todo convencido de tal atributo individual, que es la base de la Psicología social, adopta el largo y complejo camino de adoptar para la acción humana un fundamento similar al de las ciencias formales como la lógica y las matemáticas. Al respecto escribió: “Desde el punto de vista de la epistemología, la característica distintiva de lo que llamamos naturaleza consiste en la descubrible e inevitable regularidad en la concatenación y secuencia de los fenómenos. Por otra parte, la característica distintiva de lo que llamamos el ámbito humano o historia o, para decirlo mejor, el reino de la acción humana, es la ausencia de dicha regularidad”.

“Bajo condiciones idénticas las piedras siempre reaccionan de la misma manera a los mismos estímulos; podemos aprender algo acerca de esos patrones regulares de reacción, y podemos utilizar ese conocimiento para encaminar nuestras acciones hacia fines específicos. La clasificación que hacemos de objetos naturales y el darle nombre a estas clases es un resultado de ese conocimiento. Una piedra es una cosa que reacciona en una forma específica. Los hombres responden de diferentes maneras ante el mismo estímulo, y el mismo hombre en diferentes ocasiones puede actuar en formas distintas a su conducta pasada o futura. Es imposible agrupar a los hombres en clases cuyos miembros siempre reaccionen de la misma manera”.

“Esto no quiere decir que las acciones humanas futuras sean totalmente impredecibles. Pueden, en cierta manera, ser previstas hasta cierto punto. Pero los métodos utilizados en tales previsiones y su alcance son lógica y epistemológicamente diferentes de los que se utilizan en la predicción de acontecimientos naturales y también de su alcance” (De “Teoría e Historia”-Unión Editorial SA-Madrid 1975).

Si no existiera una respuesta típica en las personas, sería imposible conocerlas y sería imposible toda vida en sociedad. Si un individuo actúa respetuosamente un día mientras que al día siguiente, ante un estímulo similar, actuara en forma descortés, pensamos que algo le habrá sucedido o que actúa en una forma impredecible, por lo que resulta poco confiable para un vínculo social estable. Por el contrario, al disponer todo individuo de una personalidad típica, materializada en la actitud característica, es posible establecer vínculos sociales estables. Ello no significa que tal respuesta sea invariable como la de una piedra a la que se le da un impulso, ni tampoco que los seres humanos mantengamos una misma actitud durante toda nuestra vida, ya que la educación y la influencia social van modificando las ideas y la conducta a lo largo del tiempo.

Al desconocer Ludwig von Mises los lineamientos básicos de la Psicología Social, desvinculó la praxeología (estudio de la acción humana) de las teorías de la acción de las demás ciencias sociales. De ahí que resulte bastante más simple, incorporar la economía al resto de las ciencias sociales y adoptar una teoría de la acción basada en la actitud característica, surgida de la Psicología Social.

El concepto de actitud no es solamente el puente que une lo individual con lo social, sino también el vínculo entre las diversas ramas de las ciencias sociales, incluso entre ciencia y religión. Al adoptar como base de la acción cooperativa a la actitud por la cual tendemos a compartir las penas y las alegrías ajenas como propias (amor), se observa un vínculo entre la religión cristiana y la economía de mercado, que promueve un beneficio simultáneo en todo intercambio económico. La ética cristiana resulta ser una ética natural (basada en la empatía) que ha de servir también para optimizar el comportamiento económico de productores y consumidores. Jesús Huerta de Soto escribió: “La consideración del proceso social como una realidad dinámica constituida por la interacción de miles de seres humanos, cada uno de ellos dotado de una innata y constante capacidad creativa, imposibilita el conocer con detalle cuáles serán los costes y beneficios derivados de cada acción, lo que exige que el ser humano tenga que utilizar como piloto automático de comportamiento una serie de guías o principios morales de actuación”.

“Estos principios morales además tienden a hacer posible la interacción coordinada de los diferentes seres humanos y, por tanto, generan un proceso de coordinación que, en cierto sentido, podría calificarse de dinámicamente eficiente. Desde la concepción del mercado como un proceso dinámico, la eficiencia entendida como coordinación surge del comportamiento de los seres humanos efectuado siguiendo unas específicas normas pautadas de tipo moral, y viceversa, el ejercicio de la acción humana sometida a estos principios éticos da lugar a una eficiencia dinámica entendida como tendencia coordinadora en los procesos de interacción social. Por eso, podemos concluir que desde un punto de vista dinámico la eficiencia no es compatible con distintos esquemas de equidad o justicia, sino que surge única y exclusivamente de uno de ellos”.

“Quizá uno de los aspectos más significativos de las últimas formulaciones de la doctrina social de la Iglesia Católica a favor de la economía de mercado radica en la gran influencia que en las mismas han tenido las concepciones de la Escuela Austriaca de Economía, y en particular las de Hayek y Kirzner, el primero un católico agnóstico no practicante, y el segundo un judío practicante profundamente religioso”.

“En efecto, el pensador católico Michael Novak sorprendió al mundo cuando hizo pública la extensa conversación personal que el papa Juan Pablo II y Hayek mantuvieron antes del fallecimiento de este último. Y posteriormente, en su notable libro «The Catholic Ethic and the Spirit of Capitalism», Novak señala el gran paralelismo existente entre la concepción de la acción humana creativa, desarrollada por el Papa en su tesis doctoral titulada «Persona y acción», y la concepción de la función empresarial que debemos a Kirzner”.

“Esta concepción ha sido refinada por Juan Pablo II en su encíclica «Centesimus annus», donde expresamente se refiere ya a cómo el factor decisivo en la sociedad es la capacidad empresarial o acción humana creativa o, como dice con sus propias palabras, «el hombre mismo, es decir su capacidad de conocimiento», en sus dos variantes de conocimiento científico y conocimiento práctico, que define como aquél necesario para «intuir y satisfacer las necesidades de los demás». De acuerdo con Juan Pablo II, estos conocimientos permiten al ser humano «expresar su creatividad y desarrollar sus capacidades», así como introducirle en esa «red de conocimiento e intercomunicación social» que constituye el mercado y la sociedad. De manera que, para Juan Pablo II, cada vez «se hace más evidente el determinante papel del trabajo humano (yo diría, más bien, acción humana) disciplinado y creativo y el de las capacidades de iniciativa y del espíritu emprendedor como parte esencial del mismo trabajo»”

“Por primera vez en la historia, pues, y gracias a la positiva influencia de la Escuela Austriaca de Economía, la doctrina social de la Iglesia Católica se ha puesto por delante del paradigma dominante de la propia ciencia económica que hasta ahora ha venido ignorando al ser humano creativo y anclado en una concepción estática del mercado y de la sociedad” (Del Estudio Preliminar de “Creatividad, Capitalismo y Justicia Distributiva” de Israel M. Kirzner-Ediciones Folio SA-Barcelona 1997).

miércoles, 13 de junio de 2018

Economía ¿ciencia formal o fáctica?

Las diversas ramas de la ciencia pueden agruparse en dos grupos principales: formales y fácticas (o factuales). Las ciencias formales son la lógica y la matemática, mientras que el resto son calificadas como fácticas. Tanto la lógica como la matemática tienen una validación interna, es decir, se aceptan como ciencias por cuanto resultan compatibles, o no contradictorias, con los axiomas básicos que las sustentan. Ello no significa, sin embargo, que se busquen o se acepten estructuras formales que tengan poca, o ninguna, cabida en el mundo real; de ahí la expresión de Henri Poincaré: “Descubrir es elegir”.

La lógica, que describe el pensamiento humano de tipo “verdadero” o “falso”, describe también el comportamiento de circuitos eléctricos en los cuales los interruptores admiten dos estados posibles: “abierto” o “cerrado”. Ello ha favorecido el desarrollo de la electrónica digital y el advenimiento de la computadora digital.

En cuanto a la validez de las estructuras matemáticas, puede decirse que son modelos formales que se establecen sin hacer referencia al mundo real, no porque no tengan cabida, sino porque tienen muchas aplicaciones (por lo general). Incluso existen vínculos entre las diferentes ramas de la matemática, que surgen dentro de ese ámbito, y que pueden reflejar lo que acontece en el mundo real. Este ha sido el caso de la mecánica cuántica, descripta en sus distintas versiones, equivalentes entre sí. En la versión de Edwin Schrödinger se utilizan ecuaciones diferenciales, en la de Werner Heisenberg se utilizan matrices y en la Paul Dirac, álgebras no conmutativas. Tales vínculos no sólo hacen atractiva a las matemáticas sino también a la física teórica.

En cuanto a la economía, se acepta que es una ciencia social que estudia las formas en que el productor satisface las demandas del consumidor. De ahí que aparecen entidades observables y concretas, como el mercado y los individuos que componen la sociedad por lo cual resulta ser una ciencia fáctica. Sin embargo, algunos economistas consideran que se trata de una ciencia formal, como la lógica o las matemáticas. Mario Bunge escribió: “Algunos eruditos, en particular los miembros de la escuela austriaca, sostienen que las teorías económicas son verdaderas a priori por lo que no es necesario someterlas a prueba. Hayek afirmó que la única parte empírica de la economía concierne a la adquisición del conocimiento. Otros, particularmente quienes consideran la economía como una ciencia de decisiones, aducen que las teorías económicas no son descriptivas sino normativas, y por lo tanto inverificables” (De “Las ciencias sociales en discusión”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1999).

En realidad, una teoría es verdadera si resulta compatible con la realidad aunque esté insuficientemente fundamentada o deficientemente axiomatizada. Eduardo A. Zalduendo escribió: “La escuela austriaca considera que la bondad de una teoría no depende del realismo de los supuestos que componen sus variables, sino de sus buenas predicciones; por eso se ha difundido la expresión «economía positiva»” (De “Breve Historia del Pensamiento Económico”-Ediciones Macchi-Buenos Aires 1998).

En alguna parte, Louis de Broglie comentaba que “en los fundamentos de una teoría física aparecen postulados arbitrarios” y que “los resultados legitiman su empleo”. En el caso de la economía, resulta evidente que es necesario establecer postulados básicos para toda la economía, que sean compatibles, no sólo con la realidad, sino con el resto de las ciencias sociales. Debido a la consideración de la economía como ciencia formal, no existiría dicho vínculo, que en realidad existe en toda sociedad real, tal el caso de los fenómenos descriptos por la psicología social, sociología, política, y por la propia economía. Friedrich von Hayek escribió: “Nadie puede ser un gran economista si es solamente un economista –y me veo incluso tentado de agregar que un economista que es solamente un economista puede ser una calamidad, hasta un verdadero peligro” (Citado en “Los profetas de la felicidad” de Alain Minc-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 2005).

El hombre libre tiende a establecer intercambios voluntarios con otros hombres libres. Esto da lugar a un sistema autoorganizado (la mano invisible de Adam Smith) que se establece en forma espontánea (mercado). La ley de oferta y demanda es una consecuencia de la búsqueda de calidad y precio por parte del comprador y de satisfacer esas demandas por parte del productor.

Los detractores de la economía aducen que no existe tal cosa como el mercado, y menos aún el mercado idealizado por los economistas. Tal procedimiento de idealización de entes cercanos a la realidad se utiliza también en la teoría de los circuitos eléctricos, una rama del electromagnetismo. En este caso, entre las principales entidades utilizadas aparecen resistencias, bobinas y capacitores. En el mundo real no existen tales elementos circuitales en estado “puro”, ya que todo bobinado tiene inductancia y también algo de resistencia y de capacidad eléctrica; algo similar ocurre con las resistencias y los capacitores. Sin embargo, se establece una teoría de amplio alcance en base a tales elementos idealizados.

Es posible, por lo tanto, considerar la existencia del mercado como el primer postulado de la economía en vista de una axiomatización compatible con las ciencias fácticas. Como segundo axioma ha de considerarse la “acción humana”, siguiendo la tendencia propuesta por Ludwig von Mises. Desde el momento en que se establece la teoría del valor subjetivo, comienza a tenerse presentes los atributos individuales de los seres humanos que intervienen en el proceso económico. Mises escribió: “Hay quienes sólo se interesan por su propio bienestar personal. A otros, en cambio, las desgracias ajenas cáusales tanto o más malestar que sus propias desventuras. Hay personas que no aspiran más que a satisfacer el deseo sexual, la apetencia de alimentos, bebida y vivienda y demás placeres materiales. No faltan, por el contrario, quienes se interesan en mayor grado por aquellas satisfacciones generalmente calificadas de «superiores» o «espirituales». Existen seres dispuestos a acomodar su conducta a las exigencias de la cooperación social; y, sin embargo, también hay quienes propenden a quebrantar las normas en cuestión. Para unas gentes el tránsito terrenal es camino que puede conducir a la bienaventuranza eterna; pero también hay quienes no creen en las enseñanzas de religión alguna y para nada las toman en cuenta”.

“La praxeología [estudio de la acción humana] no se interesa por los objetivos últimos que la acción pueda perseguir. Sus enseñanzas resultan válidas para todo tipo de actuación, independientemente del fin a que se aspira. Constituye ciencia atinente a los medios; en modo alguno a los fines” (De “La acción humana”-Editorial Sopec SA-Madrid 1968).

Los economistas tienden a unificar las respuestas posibles de los individuos en el mercado bajo la denominada “elección racional”, que vendría ser una respuesta o actitud generalizada que sirve para describir las decisiones individuales. Mario Bunge escribió: “La teoría de la elección racional trata de valoración, intención, decisión, elección y acción; en especial, intercambio o comercio. Está basada en dos ideas simples y atractivas. La primera es el Postulado de Racionalidad, según el cual las personas saben lo que es mejor para ellas y actúan en conformidad. La segunda idea maestra es el postulado del Individualismo Metodológico. Según éste, todo lo que necesitamos para dar cuenta de cualquier hecho social en cualquier lugar y tiempo son las creencias, decisiones y acciones de los individuos implicados en él” (De “La relación entre la sociología y la filosofía”-Editorial EDAF SA-Madrid 2000).

En psicología social, la tendencia a la acción viene establecida por las actitudes. De ahí que la economía debería considerar, como postulado adicional, no la acción un tanto incompleta propuesta por Mises, o la “elección racional”, sino a las actitudes que los seres humanos mostramos en todos los aspectos de la vida social.

Cada persona posee una actitud característica, que es una respuesta típica que imprime nuestra individualidad. Tal actitud posee cuatro componentes básicas (amor, odio, egoísmo y negligencia), en distintas proporciones en cada persona, que son las causales por las cuales nos orientamos hacia las dos tendencias posibles adoptadas socialmente: cooperación y competencia.

Debido a que la optimización del comportamiento social implica acentuar nuestra actitud cooperativa, resulta también una optimización económica, ya que el buen desempeño económico del conjunto de la sociedad depende esencialmente del buen desempeño moral.

Los individuos poseen, en una determinada etapa de su vida, una actitud o respuesta característica por la cual, al participar en el mercado, tienden a buscar beneficios simultáneos en todo intercambio (cooperación social) o bien a buscar beneficios en forma unilateral (lo que lleva a la interrupción de futuros intercambios). Ludwig von Mises escribió: “La sociedad implica acción concertada, cooperación”.

La ciencia económica, como ciencia social, ha de tener como objetivo la descripción del proceso del mercado como de los factores que promueven, o bien limitan, su estabilidad, como así también la descripción de las actitudes individuales de sus participantes, con el objetivo de optimizar el comportamiento individual y social.

En caso de las posturas que promueven la destrucción del mercado, para imponer vínculos y normas sociales diferentes a las establecidas por los individuos en libertad, se desvirtúa el método descriptivo de la ciencia experimental, por cuanto ya no se describen comportamientos espontáneos sino impuestos exteriormente, como es el caso del socialismo; en cuyo caso, se inducen comportamientos coercitivos que distorsionan las condiciones iniciales de libertad impidiendo los intercambios voluntarios.

De ahí que podría intentarse definir la ciencia económica en función de su finalidad y sus objetivos descriptivos, como “la rama de la ciencia social que describe el funcionamiento del mercado como también la manera en que cada individuo ha de adaptarse al mismo en la búsqueda de una optimización del proceso de producción, consumo e intercambios”.

Para que la economía se ubique entre las ciencias fácticas, debe fundamentarse en los siguientes aspectos:

1- Mercado (democracia económica)
2- Teoría de la acción (Psicología social)
Objetivos: promover la adaptación de todo individuo, y de la sociedad, al proceso del mercado