viernes, 22 de abril de 2011

Actitud, valores y deducciones

Es deseable disponer, en las ciencias sociales, de algún concepto unificador que permita deducir la mayor parte de los fenómenos descriptos por aquéllas. Tal parece ser el concepto de actitud, tema central de la psicología social. M. Ginsberg escribió: “El papel de la psicología social es mostrar cómo las estructuras sociales y sus modificaciones influyen sobre la mentalidad de los individuos y los grupos que forman la sociedad; y recíprocamente, cómo el estado mental de los miembros afecta las estructuras sociales”.

Si algún aspecto observable puede constituir el punto de partida de sucesivas deducciones, se trata de un axioma que podrá establecer el fundamento de alguna teoría. Además, el concepto de actitud constituye una especie de puente natural entre el individuo y la sociedad, de ahí su gran generalidad. Jean Maisonneuve escribió:

“La aparición del concepto de actitud significa un progreso muy importante, porque la actitud, intermediaria entre el plano psicológico y el plano social, traduce la posición de un individuo, miembro de un grupo, frente a un problema colectivo. Por ejemplo, la actitud de Juan o Pedro en su familia, en un juego, o en una reunión política, expresa a la vez una reacción frente a ciertos hechos sociales determinados, y la intención de asumir cierta determinación, cierto rol”.

“Pero la actitud es también un concepto colectivo: podemos considerar las actitudes de un grupo frente a otro, de un público frente a una obra de teatro o una película; de un partido o de un sindicato frente a algún problema nacional o internacional. Bajo el aspecto verbal de la opinión, se presta a encuestas y a manipulaciones estadísticas que debían muy pronto alcanzar enorme desarrollo”.

“Las ventajas de una noción como la de actitud son múltiples; en primer lugar, libera a los investigadores de controversias entre escuelas sobre problemas tan trillados como los de individuo-sociedad, naturaleza-educación; en segundo lugar, gana en significación concreta, puesto que permite precisar a la vez los individuos estudiados y las situaciones y ambientes en los que se los considera. Por último, al mismo tiempo que es susceptible de un tratamiento cuantitativo simple, la actitud presenta un contenido cualitativo y significativo” (De “Psicología Social”- Editorial Paidós SA-Buenos Aires 1967).

Podemos hacer un breve esquema de una descripción del individuo y de la sociedad a través del concepto mencionado de actitud:

1- La actitud (y sus componentes) puede considerarse como un punto de partida o axioma.
2- La actitud es el vínculo natural entre individuo y grupo social
3- Es posible realizar deducciones, a partir de los axiomas, para la descripción de la mayor parte de los fenómenos sociales.

El siguiente planteamiento cubriría, en principio, todos los requerimientos de una teoría básica de las ciencias sociales, pero éste no es sino un “esqueleto” básico que debe completarse de una manera adecuada. El presente esquema permite, desde la psicología social, obtener una visión amplia de la sociedad.

En cuanto al posterior desarrollo de la teoría, podemos proponer a las componentes afectivas y cognitivas de la actitud, aspectos que pueden ser incluidos de diversas formas según sea la visión particular de cada pensador, si bien es posible que sólo algunas pocas opciones sean las que se ajusten mejor a la realidad. Una de las propuestas es la siguiente:

Componentes afectivas: son las posibles respuestas de todo individuo ante la presencia o la referencia de otros individuos: Amor. Odio. Egoísmo. Negligencia.

Componentes cognitivas: son las referencias principales sostenidas por todo individuo para la aceptación o el rechazo de un nuevo conocimiento o de una opinión ajena. Esta referencia estará constituida por la propia realidad, la postura de algún líder, la postura propia, lo que opina la mayoría.

Si bien estas componentes permiten la deducción de muchos aspectos inherentes al individuo y a la sociedad, deben incluirse algunos valores básicos, que vendrían a ser los objetivos o tendencias generales respecto de lo que cada hombre pretende hacer con su propia vida. Edwin Hollander escribió:

“Los gustos, los modales y la moral que nos caracterizan reflejan nuestras actitudes, así como los valores sociales que les sirven de base. La visión que un individuo tiene de su mundo y el modo en que actúa frente a él pueden ser entendidos, en gran medida, observando las actitudes que conforman su campo psicológico”.

“Actitudes y valores por igual poseen propiedades que definen lo que se espera y lo que se desea. Cabe concebirlos, por consiguiente, como estados motivacional-perceptuales que dirigen la acción” (De “Principios y métodos de Psicología Social”-Amorrortu Editores SCA-Buenos Aires 1968).

Es oportuno mencionar el siguiente párrafo del biólogo Françoise Jacob: “Llevo pues en mí, esculpida desde mi infancia, una especie de estatua interior que da continuidad a mi vida y que es la parte más íntima, el núcleo más duro de mi carácter. Esta estatua la he ido moldeando durante toda la vida. La he ido retocando sin cesar. La he afinado. La he pulido. Mi escoplo y mi cincel son encuentros y combinaciones…” (De “La estatua interior”-Tusquets Editores SA-Barcelona 1989). En este caso hace referencia a la adopción de ciertos valores básicos adoptados desde niño y que luego acrecentará durante el resto de su vida.

Para la descripción de los valores adoptados por la mayor parte de los seres humanos, podemos sintetizarlos en los siguientes:

Valores: Éticos (Afectivos, que apuntan hacia el Bien). Estéticos (Asociados a la belleza exterior y a las comodidades del cuerpo). Intelectuales (Asociados a la búsqueda de la Verdad). Sin valores (Ausencia de objetivos definidos).

Mirando hacia el futuro podemos vislumbrar la realización de estudios en neurociencia sobre los aspectos éticos, estéticos y cognitivos del hombre. El destacado neurocientífico Jean-Pierre Changeux escribió: “Los cursos de los últimos años me permitieron ir más allá y tratar temas que se encuentran en la interfase sensible de las ciencias humanas y la neurociencia. Entre los que más me interesan están la estética, la ética y también la epistemología, cuya «naturalización» se encuentra en curso, pero que sin duda aún tomará muchos años más. Espero que este libro pueda dar al menos una idea de la inmensidad del campo que se abre gracias a la neurociencia contemporánea por sus interacciones con las ciencias humanas y sociales” (De “Sobre lo verdadero, lo bello y el bien”-Katz Editores-Buenos Aires 2010).

En cuanto a las deducciones que podrán establecerse luego de explicitarse los principios adoptados, deberán dar respuesta a los interrogantes fundamentales del hombre cuya ignorancia puede seguir acarreando sufrimiento y conflictos. Uno de esos casos lo constituye la “natural bondad” o bien la “natural maldad” del hombre, siendo esta última una creencia que promueve el establecimiento de Estados totalitarios.

Considerando las cuatro componentes afectivas de la actitud, podemos afirmar que el hombre dispone tanto de actitudes cooperativas como de competitivas, y que el predominio de una sobre las otras depende de lo que los propios hombres decidan. A lo largo de la historia hemos comprobado que puede predominar tanto la “bondad natural” como la “maldad natural”, por cuanto no es adecuado considerarlas como puntos de partida de una filosofía o de una postura política o económica, ya que existen distintas actitudes básicas en la propia naturaleza humana siendo su predominio algo enteramente decidido por los propios seres humanos.

Nótese cómo las posturas extremas de la influencia totalmente preponderante de la herencia genética (a través de la raza) ha fundamentado al totalitarismo nazi, mientras que la influencia totalmente preponderante de la sociedad (a través de las clases sociales) ha fundamentado al totalitarismo marxista. Si tenemos presente que nuestras acciones personales dependen tanto de nuestra herencia como de la influencia del medio social, veremos el serio error que comenten ambas tendencias.

Los sistemas colectivistas, que se oponen al individualismo, han propuesto siempre el predominio de la sociedad o de la Nación sobre la integridad y la seguridad personal. El altruismo, como actitud que promueve el sacrificio personal por el bien prioritario de la sociedad o de la Nación, no forma parte de ninguna actitud natural y ahí seguramente radica una de las causas de los pobres resultados logrados por las tendencias totalitarias.

También es objeto de controversia la preponderancia del individuo sobre la sociedad o bien la preponderancia de la sociedad sobre el individuo. Es indudable de que existe una influencia en ambos sentidos pero, si deseamos mejorar tanto la individuo como a la sociedad, resulta evidente que debemos hacer prevalecer nuestras actitudes cooperativas, adoptar como referencia a la propia realidad y tener una equilibrada ambición de valores personales, es decir, éticos, estéticos y culturales, sin dejar de lado ninguno de ellos.