domingo, 11 de febrero de 2024

La "variable oculta" de las ciencias sociales

En la física del micromundo (atómico y nuclear), algunos científicos confían en la existencia de "variables ocultas" que podrían retrotraer la causalidad a nivel de las partículas individuales en lugar de la causalidad probabilísta que gobierna las leyes conocidas de la mecánica cuántica. En las ciencias sociales, en forma similar, puede hablarse de una "variable oculta", o mejor, una variable ignorada que daría sentido al conocimiento que disponemos actualmente del mundo social e individual, siendo materializada por la actitud moral de cada individuo y de toda sociedad, esta vez en forma de actitud predominante.

Entre las principales causas de este abandono aparece el relativismo moral, mediante el cual se rechaza la existencia de toda posible moral objetiva. Si no existe tal cosa, los promotores de tal postura no tienen “nada que ofrecer” a cada ser humano en cuanto una posible orientación en la vida, por lo cual se propone que cada uno se las arregle como pueda.

Otro de los inconvenientes es el obstruccionismo surgido de aquellas instituciones cristianas que, para llegar a la actitud cooperativa implícita en los mandamientos bíblicos, ofrecen al creyente un camino similar al ofrecido al participante de la carrera de 400 metros con vallas, es decir, los misterios, simbologías y tradiciones ocultan casi totalmente la respuesta ética prioritaria que constituye el espíritu de la religión moral.

También los especialismos conducen a tal rechazo; así, el político cree que todos los problemas sociales se habrán de corregir con las leyes humanas emanas del Congreso, el economista confía en que se podrán corregir a partir de la economía, el educador a partir de la educación, pero no de aquella educación que priorice al “Amarás al prójimo como a ti mismo”, o compartirás las penas y las alegrías ajenas como propias, sino en base al igualitarismo social o económico u otras alternativas.

En cuanto a la variable oculta mencionada, o ignorada, resulta ser completamente accesible al conocimiento elemental, y consiste en establecer una comparación entre la predisposición a compartir penas y alegrías ajenas (actitud cooperativa) y otras actitudes o predisposiciones diferentes:

Nivel moral (individual o social) = Actitud cooperativa – Actitud real

Cuando la actitud real de un individuo, o la actitud predominante de un grupo, igualan a la actitud cooperativa, la diferencia ha de ser nula, siendo ese caso el ideal. A mayor discrepancia, menor será el nivel moral del individuo o de la sociedad (también se asocia una mayor diferencia como medida de una menor adaptación al orden natural y al orden social). En este caso, se ha definido el nivel moral en forma negativa, de la misma manera en que se define a veces el nivel de salud individual o social como una diferencia entre la normalidad física y el estado real de la persona, siendo el ideal la diferencia nula. A menor enfermedad, mayor salud.

La actitud cooperativa queda incluida en el proceso de la empatía emocional, resultando accesible a la observación directa de la realidad y siendo fundamentada en neurociencia a través de las neuronas espejo. Posiblemente, y a través de la Psicología Social, este proceso pueda llegar a tener la importancia que alguna vez tuvo en la religión bíblica.

jueves, 2 de noviembre de 2023

Los principios de la ciencia

Es posible encontrar en los principios de la ciencia un punto de partida objetivo que también sirve para el conocimiento en general, y que puede emplearse también en filosofía y religión. Si esos principios se pueden confirmar, aunque sea en forma indirecta, se habrá dado un paso importante para una futura unificación del conocimiento, que más tarde podrá orientarnos hacia una unificación cultural que conduzca a una reducción de los conflictos entre naciones, religiones, sistemas políticos y sectores antagónicos en general.

Los principios referidos son dos:

1- Todo lo existente está regido por leyes naturales causales.
2- Las leyes naturales son invariantes en el tiempo y en el espacio.

Una vez admitidos estos principios, se deduce en forma inmediata que debemos adaptarnos a dichas leyes en lugar de adaptarnos a distintas propuestas humanas que ignoran a las mismas.

Debido a que muchos de los átomos que componen nuestro cuerpo han sido formados en el pasado en el interior de una estrella distinta del sol, las leyes de la física también tienen incumbencia en la biología, además de las leyes propias que rigen nuestras conductas individuales.

Si bien estamos habituados a observar un universo y formas de vida cambiantes, debemos tener presente que tales cambios se producen debido precisamente a estar regidos por leyes invariantes, siendo el mismo caso del ajedrez; existe una posibilidad casi infinita de partidas posibles debido precisamenete a estar reglamentado por reglas del juego precisas e invariantes.

También estamos habituados a leer que "tal ley de la física fue superada por tal otra". En realidad, cuando Einstein establece su ley de gravitación universal de mayor alcance que la ley respectiva de Newton, tal proceso se interpreta como que la ley de Einstein es una mejor aproximación que la ley de Newton respecto de la ley de gravitación universal propiamente dicha (que no está escrita en ninguna parte). La ley natural humana (lo que produce la ciencia experimental) es la descripción de la ley natural propiamente dicha.

La invariabilidad de la ley natural comienza a advertirse a partir de Galileo Galilei, quien observa con su telescopio que las sombras sobre la superficie lunar siguen las mismas leyes que en la Tierra, lo que constituye un indicio de que el mundo estelar no es demasiado distinto al terrestre. Luego se conocerá como “principio de Galileo” al que afirma la universalidad de las leyes de la naturaleza. Abdus Salam escribió: “Al-Biruni, que yo sepa, fue el primer físico que declaró explícitamente que los fenómenos físicos producidos en el Sol, la Tierra y la Luna obedecen las mismas leyes”.

“Este era uno de los «argumentos» que ocupó los espíritus de los hombres de la Edad Media. Evidentemente no podría haber una ciencia universal si las leyes básicas dependieran del lugar en que estuviéramos situados en el universo o del momento en que hiciéramos los experimentos”.

“Esta idea engañosamente simple constituye la base de toda la ciencia tal como la conocemos. Lo mismo formuló y demostró independientemente Galileo seiscientos años después. Galileo empleó su telescopio (importado de Holanda) para observar las sombras proyectadas por los montes de la Luna. Al correlacionar la dirección de las sombras con la dirección de la luz solar, Galileo pudo afirmar que las leyes que producen la sombra eran las mismas en la Luna que en la Tierra. Esta fue la primera demostración del principio fundamental –conocido ahora como la «simetría de Galileo»- que afirmaba la universalidad de las leyes de la física” (De “La unificación de las fuerzas fundamentales”-Editorial Gedisa SA-Barcelona 1991).

De la misma manera en que Newton pone a prueba las leyes básicas de la mecánica al describir el comportamiento del sistema solar, los astrónomos y astrofísicos, aplicando las leyes de la física conocidas, comprueban que tienen validez en el inmenso espacio del universo y para prolongados periodos de tiempo. Esta parece ser la mejor comprobación de los principios de la ciencia antes mencionados.

Max Planck aduce que el científico, basado en la fe en la existencia de un orden natural, adquiere la fuerza anímica necesaria para afrontar las adversidades que la vida le presenta. La fe del científico no resulta demasiado distinta a la fe del religioso cuando ambos advierten la existencia de un orden natural o de un Dios que ha impuesto sus leyes a todo lo existente. Ante una pregunta acerca de si la ciencia puede ser un sustituto de la religión, Planck responde: “Para una mente escéptica en modo alguno, pues la ciencia exige también espíritus creyentes. Cualquiera que se haya dedicado seriamente a tareas científicas de cualquier clase se da cuenta de que en la puerta del templo de la ciencia están escritas estas palabras: Hay que tener fe. Ésta es una cualidad de la que los científicos no pueden prescindir”.

Respecto de la obra de Johannes Kepler, Planck escribió: “Estudiando su vida es posible darse cuenta de que la fuente de sus energías inagotables y de su capacidad productiva se encontraba en la profunda fe que tenía en su propia ciencia, y no en la creencia de que eventualmente lograse llegar a una síntesis aritmética de sus observaciones astronómicas; es decir, su fe inextinguible en la existencia de un plan definido oculto tras el conjunto de la creación. La creencia en ese plan le aseguraba que su tarea era digna de ser continuada, y la fe indestructible de su labor iluminó y alentó su árida vida”. (De “¿Adónde va la ciencia?”-Editorial Losada SA-Buenos Aires 1961).

Axiomas, postulados e hipótesis

La axiomatización de una descripción filosófica o científica es un requisito previo para una buena comunicación hacia el resto de la sociedad. También sirve como un control de coherencia lógica y además como un factor que posibilita una mejor aceptación y memorización del conocimiento. Por ejemplo, al existir una enorme cantidad de fenómenos electromagnéticos, si no fuese por la existencia de una teoría axiomática, sería dificultoso razonar al respecto. Sin embargo, al sustentarse tales fenómenos en cuatro ecuaciones matématicas, las ecuaciones de Maxwell, sólo debemos tener en la mente estas leyes básicas para, luego, deducir el resto de los fenómenos descritos.

También la axiomatización resulta imprescindible en ciencias sociales, por cuanto las descripciones en base a palabras están propensas a inexactitudes y confusiones, tanto en su elaboración como en su comunicación al resto de la sociedad. El mejor ejemplo de axiomatización en cuestiones humanas y sociales es la "Ética demostrada según el orden geométrico", de Baruch de Spinoza. Si bien una axiomatización no garantiza veracidad, puede garantizar coherencia lógica.

Según algunos autores, en la actualidad no conviene distinguir entre axiomas, postulados e hipótesis, ya que constituyen el punto de partida de una descripción organizada cuya legitimidad de su empleo proviene de la veracidad de la descripción realizada. F. Gonseth escribió: "Hemos visto disminuir la distancia que existe entre el axioma y la hipótesis. El axioma de la geometría como el axioma de la lógica, eran entes considerados como una verdad a la vez indemostrable y necesaria".

"Hoy no se titubea en considerarlos como enunciados hipotéticos. Los mismos sistemas axiomáticos son, muchas veces, definidos como sistemas hipotéticos-deductivos. Sin llegar a hacer del axioma un enunciado arbitrario -lo que sería llevar las cosas hasta el absurdo-, es necesario admitir que el método nos ha dado una cierta libertad frente al axioma, libertad de aceptarlo, de rechazarlo, de reemplazarlo por otro enunciado, etc. Si el axioma ha perdido su necesidad con relación a la hipótesis, la hipótesis ha adquirido una cierta realidad con relación al axioma".

"Por otra parte hemos visto debilitarse la diferencia existente entre hipótesis y el hecho de observación. Hemos aprendido a distinguir lo que hay de subjetivo, de ocasional, de indeterminado en la observación de los hechos concretos. ¿Existe acaso un solo enunciado que pueda ser considerado como la exacta expresión de un hecho de pura observación? En las dos extremidades de la escala de las magnitudes mensurables, ciertos factores de indecisión existen. En el mundo atómico, la observación perturba al fenómeno; en el universo astronómico, el observador sólo entra en contacto con la realidad por medio de lazos de unión visuales. El análisis justo de nuestros medios y de nuestros métodos de observación acerca el hecho bruto a la especulación: el hecho aparece menos extraño al espíritu, la hipótesis menos arbitraria" (Del Prólogo de "Cosmogonía. Hipótesis del átomo primitivo" de George Lemaitre-Editorial Ibero Americana-Buenos Aires 1948).

En cuanto a la aplicación de la axiomática en matemáticas, Jean Ullmo escribió: "A principios del siglo XIX el axioma es concebido como una verdad evidente y necesaria por sí misma, que no necesita ser fundada, y que será el fundamento de una deducción y que tomará prestado su carácter de necesidad procurando una verdad absoluta".

"En ese momento el postulado se distingue del axioma en que su evidencia no está reconocida; no es más que una hipótesis. Se crean geometrías no euclideanas negando la hipótesis del postulado de Euclides y reemplazándola por otras hipótesis. Pero, arrastrados por el éxito, llegan a darse cuenta de que pueden crearse otras nuevas negando ciertos axiomas de Euclides considerados hasta entonces como evidentes, y así todos los axiomas aparecen revisables; axiomas y postulados se confunden, no queda ya más que un sistema de hipótesis de las que ahora no se exige que sean evidentes, sino tan sólo compatibles entre sí, es decir, que sus consecuencias no conduzcan a enunciados contradictorios; es el criterio de la consistencia interna. La verdad incondicional, deducida de la evidencia, cede el sitio a la verdad condicional de un sistema hipotético-deductivo" (Citado en el "Diccionario del Lenguaje Filosófico" de Paul Foulquié-Editorial Labor SA-Barcelona 1967).

En cuanto a la axiomática en las teorias físicas del micromundo, Louis de Broglie escribió: "En la exposición de las teorías cientificas, con la exclusión acaso del campo de las matemáticas puras, el método llamado «axiomático» es a la vez el más satisfactorio para nuestra razón y el menos fecundo en la práctica...".

"No se puede decir que las teorías axiomáticas rigurosas sean inútiles, pero, en general, apenas contribuyen a los progresos más notables de la ciencia. Y la razón profunda de ello es que el método axiomático tiene precisamente por finalidad eliminar la intuición inductiva, única que puede permitir ir más allá de lo ya conocido; puede ser un buen método de clasificación y de enseñanza, pero no es un método de descubrimiento" (De "Por los senderos de la ciencia"-Espasa-Calpe Argentina SA-Buenos Aires 1951).

En el mismo sentido, Gastón Bachelard escribió: "Se axiomatiza lo que ya se conoce. Se axiomatiza para mejor administrar el rigor del conocimiento. La axiomática es una reiteración, nunca un verdadero arranque" (Citado en el "Diccionario del Lenguaje Filosófico").

En el ámbito de la economía también aparecen las axiomatizaciones. Jesús Huerta de Soto escribió: “La ciencia económica se construye sobre la base de razonamientos lógico-deductivos a partir de unos pocos axiomas fundamentales que están incluidos dentro del concepto de «acción humana». El más importante de todos ellos es la propia categoría de la acción humana; los hombres eligen, por tanteo, sus fines, y buscan medios adecuados para conseguirlos; todo ello según sus individuales escalas de valor. Otro axioma nos dice que los medios, siendo escasos, se dedicarán primero a la consecución de los fines más altamente valorados y sólo después a la satisfacción de otros menos urgentemente sentidos («ley de la utilidad marginal decreciente»). En tercer lugar, que entre dos bienes de idénticas características, disponibles en momentos distintos del tiempo, siempre se preferirá el bien más prontamente disponible («ley de la preferencia temporal»)” (De www.eseade.edu.ar).

Una consecuencia interesante que surge al identificar axiomas con hipótesis, radica en que la economía considerada como "ciencia formal" por los partidarios de la Escuela Austriaca, puede también considerarse como una "ciencia fáctica", como debería ser, dejando a la lógica y a las matemáticas como a las únicas ciencias formales.

En el ámbito de la ética, se procede en forma similar al del resto de la ciencia experimental, por lo que Albert Einstein escribió: "Es privilegio del genio moral del hombre, personificado en individuos inspirados, proponer axiomas éticos que sean tan comprensibles y tan legítimamente fundados que los hombres los acepten como arraigados en la vasta masa de sus experiencias emocionales. Los axiomas éticos se establecen y se someten a prueba no de forma muy diferente que los axiomas de la ciencia. La verdad es lo que constituye la prueba de la experiencia" (De "De mis últimos años"-Aguilar SA de Ediciones-México 1969).

sábado, 22 de abril de 2023

Ciencias sociales y optimización

La principal meta de las ciencias sociales ha de ser la de responder la pregunta acerca de lo que el “hombre debe ser”. Para ello debe primero describir “lo que el hombre es”, para, luego, efectuar una optimización de ese comportamiento real. Si bien "lo que el hombre debe ser" no será un conocimiento verificable, sí lo es la descripción previa. Sin embargo, muchos científicos sociales se oponen a tal respuesta, aceptando tácitamente que no debe ser dada por quienes estudian el comportamiento humano, es decir, que es una respuesta que ha de quedar fuera del ámbito científico, por lo que se deduce que tal cuestión quedaría relegada a aquellos que poco saben acerca del mismo. Solomon Asch escribe al respecto: “El sentido común advierte que los hombres no siempre, ni siquiera frecuentemente, obran de acuerdo con sus mejores impulsos; pero también reconoce que estos impulsos son condiciones necesarias para la sociedad. Empero estas ideas no sólo son excluidas de la discusión científica; los esquemas conceptuales con que la psicología trabaja hoy, casi no dejan lugar para ellas”.

“Es frecuente justificar esta parcialidad en nombre de la ciencia y la objetividad, de la necesidad de ser realistas, de apelar al hecho, de desconfiar de las especulaciones, y sobre todo de la necesidad de no dejarse engañar por las nociones de lo que el hombre debería ser” (De "Psicología social"-EUDEBA-Buenos Aires 1964).

El mejor ejemplo de lo que las ciencias sociales deberían ser, lo tenemos en las religiones bíblicas (expresión que ha de escandalizar al cientificista fanático). Así, Moisés observa el comportamiento de los seres humanos que lo rodean ("lo que es") y, tratando de optimizar sus conductas, propone el cumplimiento de sus mandamientos ("lo que debe ser").

De la misma manera en que toda ciencia experimental progresa estableciendo teorías más precisas, en el caso de la religión bíblica ocurre otro tanto. Mientras que los mandamientos de Moisés están orientados a "no hacer el mal", los mandamientos de Cristo (amor a Dios y al prójimo) resultan más exigentes porque sugieren "hacer el bien".

Adviértase que, una vez establecido "lo que el hombre debe ser", se logra una referencia para describir todo posible comportamiento. Así, toda acción humana será compatible con los mandamientos o bien se apartará en distintas formas, disponiéndose de un aceptable procedimiento para orientar las acciones y conductas humanas. Por supuesto que todo este proceso ha de estar sujeto a la verificación experimental, como lo será cualquier otra ética propuesta.

En el caso de la ciencia económica ocurre otro tanto. Así, luego de observar el comportamiento de individuos que producen, intercambian y consumen bienes y servicios ("cómo el hombre actúa"), se teoriza acerca del proceso del mercado, llegando a una optimización de dicho proceso ("cómo debería actuar"). A partir de ahí, se logra una referencia para describir todo comportamiento económico en función de su compatibilidad, o bien de sus desvíos, respecto de dicha referencia. Todo esto, por supuesto, sujeto a verificación experimental.

Se advierte que las ciencias sociales, bajo esta perspectiva, difieren de las ciencias exactas (física, p.ej.), ya que éstas, una vez establecida una teoría, resultan descriptivas, en lugar de prescriptivas (como lo son las ciencias sociales). Es decir, las ciencias sociales son también descriptivas, ya que deben describir primeramente "lo que el hombre es", para luego sugerir una optimización, que será una referencia para descripciones que tengan sentido. Las descripciones establecidas en las ciencias sociales que no sean sustentadas en "lo que el hombre debe ser", carecerán de sentido.

Los detractores de este proceso advierten que "los mercados reales no son como los supuestos", o que "los hombres no son racionales", ni se "comportan racionalmente", etc. Luego afirman que la teoria económica "falla". También se aduce que el cristianismo "falla" por cuanto los hombres reales no se comportan según los mandamientos bíblicos. Si se tiene en cuenta que el mercado teórico, o los mandamientos bíblicos, son metas u objetivos que requieren de una previa adaptación, debe considerarse que una propuesta en realidad falla cuando los seres humanos se adaptan a las reglas establecidas y en ese caso no se producen buenos resultados. Es decir, si los seres humanos amaran al prójimo como a sí mismo, y ello produjera malos resultados, en ese caso deberá decirse que la propuesta falla.

Es oportuno mencionar una crítica que hace Mario Bunge a la economía neoclásica por cuanto, aduce, que "no explica" una serie de hechos, desconociendo que toda explicación al respecto debe establecerse efectuando una comparación con el mercado optimizado (libertad, concurrencia suficiente de empresarios, competencia, beneficio simultáneo entre actores, etc, etc). También critica (acertadamente en este caso) la tendencia a describir en base a un mercado competitivo la venta de órganos o de niños, y cosas semejantes. Al respecto escribió: "Examinemos un caso particularmente agudo e interesante de hiperracionalismo; el llamado «imperialismo económico», o invasión de todos los estudios sociales por la economía neoclásica".

"Gary Becker, campeón de este enfoque del estudio de todo lo social, lo resume así: «En mi opinión, el corazón del enfoque económico [de los hechos sociales] está constituido por el uso constante y firme de la combinación de las suposiciones del comportamiento maximizante, el equilibrio de mercado, y las preferencias estables»" (De "Sistemas sociales y filosofía"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1995).

Al respecto, puede decirse que alguna teoría ética sería una mejor referencia para la descripción de los hechos sociales. Mario Bunge sigue: "Becker no se da por enterado del fracaso de la economía neoclásica en describir, explicar, predecir o plantear el comportamiento de empresas, ni de su fracaso como fundamento de la macroeconomía. Ignora la existencia de monopolios y monopsomios. Ignora los frecuentes casos de mercados en desequilibrio, tales como los de trabajo y capital. Ignora que la economía neoclásica carece de una teoría del dinero y es incapaz de explicar la estanflación. No le importa que la prosperidad de las economías del centro se logre a costas de miserias del Tercer Mundo...".

Bunge ignora que los monopolios, la estanflación o las miserias provienen de comportamientos sociales que poco o nada tienen en cuenta la optimización de los mercados propuesta por los economistas. En cuanto a que "la prosperidad de las economías del centro se logra a costas de miserias del Tercer Mundo", puede decirse que tal expresión, y otras similares, sirvieron para "envenenar" la mente de mucha gente que tomó armas y se encauzó hacia el terrorismo. Tal expresión sirve, además, para que los países subdesarrollados jamás salgan de su situación, ya que se los convence que nada de lo que les ocurre se debe a culpas propias. Quienes vivimos en un país como la Argentina, advertimos miles de defectos que debemos subsanar, y que poco o nada nos ayuda alguien que nos dice que nuestros males dependen de la "prosperidad de las economías del centro". Tal expresión sirve, además, para expresar tácitamente que el capitalismo sólo funciona cuando un país se beneficia perjudicando a otros (el subconsciente socialista de Bunge otra vez lo traicionó).

domingo, 26 de marzo de 2023

La ciencia económica y las ciencias sociales

Existen dos posturas en cuanto al vínculo que debe existir entre la ciencia económica y el resto de las ciencias sociales. En el primer caso esperamos cierta igualdad "democrática" por la cual todas las ramas de la ciencias sociales juegan el papel de integrantes de un grupo interrelacionado que contempla el conocimiento aportado por el resto de las ramas. En oposición a esta visión aparece la economía como una rama social desvinculada del resto y con sus propias reglas, como es el caso de la praxeología de Ludwig von Mises.

Si se acepta la división entre ciencias formales (lógica y matemática) y ciencias fácticas (el resto), se advierte que la lógica y la matemática son similares a un "esqueleto" sin vida al que se le debe asociar un "cuerpo" para disponer de una rama viva de la ciencia experimental. Las estructuas lógicas y las estructuras matemáticas son formas generalizadas con varias posibilidades de ser vinculadas con la realidad, tarea que llevará a cabo el especialista de las otras ramas de la ciencia. Así, el matemático propone una ecuación diferencial sin aplicación concreta; luego será utilizada por el físico, por el químico, por el ingeniero, por el economista, etc. De ello se desprende que la postura de von Mises de considerar a la praxeología (teoría de la acción) como una ciencia formal (como la lógica y las matemáticas) no parece afortunada.

Este problema metodológico ha sido explicitado por Karl William Kapp, quien escribió: "La relación existente entre las ciencias económicas y otras ciencias de la conducta humana, como la antropología, psicología y sociología, admite dos opiniones básicamente distintas, que dependen del concepto que tenga cada uno respecto a la naturaleza y extensión de las ciencias económicas".

"Si las ciencias económicas son concebidas como una ciencia pura que deduce sus conclusiones teoréticas del análisis lógico de postulados hechos «a priori» (sujeto a una verificación directa mediante la introspección) no podrá servir a ninguna causa útil, tratando de integrar las ciencias económicas con aquellas ciencias del comportamiento humano, que operan con conceptos e hipótesis cuyo valor y contenido está dado por lo menos en cierta parte «a posteriori» y consecuentemente sujeto a la confirmación o refutación indirecta dada por la observación empírica de hechos".

"Esta negación tan explícita de alguna conexión entre las ciencias económicas y las empíricas de la conducta está de acuerdo con las opiniones de aquellos economistas para quienes la economía es la parte central y más importante de la ciencia general de la acción o elección humana (de allí praxeología, la ciencia de la conducta y sus irregularidades, viene de praxis). Así, se expresa Ludwig von Mises en La acción humana: «El objeto de la praxeología es la explicación de la categoría de la actividad humana. Lo único que es necesario para la deducción de teoremas praxeológicos es el conocimiento de la esencia del actuar humano. Es un conocimiento que es nuestro porque somos hombres, ningún ser humano a quien condiciones patológicas lo hayan reducido a una existencia vegetativa deja de tenerlo. Ninguna experiencia especial es necesaria para entender estos teoremas, y ninguna experiencia por más grande que fuera podría exponerlos a un ser que no supiese 'a priori' lo que es la actuación humana. La única manera para conocer estos teoremas es un análisis lógico de nuestro conocimiento inherente a la categoría de la actuación.
Debemos reflexionar sobre la estructura de la actuación humana. Así como la lógica y las matemáticas, el conocimiento praxeológico está en nosotros y no viene de afuera»".

"En otras palabras, una ciencia económica que aspire a una teoría universal del actuar humano, derivada lógicamente de postulados verificados introspectivamente, hace innecesaria y hasta insignificante la tarea de observar la creciente cantidad de conocimientos en la antropología, psicología y otras ciencias de la conducta humana" (De "Direcciones Contemporáneas del Pensamiento Económico" de E. E. Borga-U. N. de La Plata- La Plata 1961).

Una teoría de la acción debe ser esencialmente una teoría de la acción ética. De lo contrario implicaría que la ética necesaria para la economía, y para todas las demás interacciones sociales, vendría implícita en la economía de mercado, como parece ser la creencia de Mises. La praxeología es una teoría de la acción racional, ya que no se fundamenta en aspectos emocionales del comportamiento humano, si bien los considera como consecuencia posterior. Al respecto escribió: “En el marco de la cooperación social brotan, a veces, entre los distintos miembros actuantes, sentimientos de simpatía y amistad y una como sensación de común pertenencia. Tal disposición espiritual viene a ser manantial de placenteras y sublimes experiencias humanas. Dichos sentimientos constituyen precioso aderezo de la vida, elevando la especie animal hombre a la auténtica condición humana. Ahora bien, no fueron, como hubo quien supuso, tales experiencias anímicas las que produjeron las relaciones sociales. Antes al contrario, aquéllas no son más que fruto de la propia cooperación social, y sólo a su amparo medran; ni son anteriores a la aparición de las relaciones sociales ni tampoco semilla de las mismas”.

“En un mundo hipotético, en el cual la división del trabajo no incrementara la productividad, los lazos sociales serían impensables. No habría en él sentimiento alguno de benevolencia o amistad”.

“La praxeología [estudio de la acción humana] no se interesa por los objetivos últimos que la acción pueda perseguir. Sus enseñanzas resultan válidas para todo tipo de actuación, independientemente del fin a que se aspira. Constituye ciencia atinente a los medios; en modo alguno a los fines”. “La sociedad implica acción concertada, cooperación” (De “La acción humana”-Editorial Sopec SA-Madrid 1968).

Para "convertir" la economía formal de la Escuela Austriaca en economía fáctica, debería partirse de la existencia del proceso autoorganizado constituido por el mercado. Luego, a partir de la Teoría de la Acción ética, de la Psicología social, provendría la actitud que conduce a la cooperación social, tal como es el objetivo planteado por la praxeología de Mises. De esa manera, la economía vendría a ser la rama de la ciencia social que describe el comportamiento humano respecto de los intercambios económicos apuntando a una optimización de los mismos. La Teoría de la Acción ética tiene una validez independiente de la economía, por cuanto las actitudes características, en un momento determinado, son las mismas ya sea que se trate de actos de intercambio o bien de otras interacciones sociales.

miércoles, 22 de septiembre de 2021

El fundamento definitivo de las ciencias sociales

Tanto la religión, como la filosofía y las ciencias sociales, deberían adoptar, como fundamento, un principio básico que sirviera para orientar a todo ser humano hacia una vida plena de significado y evitar toda vida exenta de sentido. Los principios, o puntos de partida, de todo conjunto de ideas lógicamente coherente, son, en general, poco vistosos, de la misma forma en que lo son los cimientos de un gran edificio. Sin embargo, son los cimientos los que permiten construir un edificio que tenga suficiente estabilidad y así durar por mucho tiempo.

Por lo general, se aduce que las ciencias sociales deberían describir al ser humano tal cual es, adoptando una postura neutral acerca de lo que debe ser. Si suponemos que el científico social ha de ser un especialista, que tiene mayor conocimiento del ser humano que el no especialista, es indudable que ha de ser quien sugiera "lo que el ser humano debe ser" como una optimización de "lo que es". Nicholas S. Timasheff escribió: "El historiador muestra lo variable; el sociólogo señala lo constante y recurrente. La historia describe la multitud de combinaciones concretas en que se han encontrado los hombres interdependientes; la sociología descompone las diferentes combinaciones en sus relativamente pocos elementos básicos y formula las leyes que las gobiernan. El descubrimiento de esas leyes, o el enunciado de las relaciones necesarias e invariables entre un limitado número de elementos en que puede descomponerse la realidad social, es el verdadero objetivo de la sociología, equivalente a los objetivos de la física, la química, la biología y la psicología en sus campos respectivos" (De "La teoría sociológica"-Fondo de Cultura Económica-México 1961).

El principio adoptado como punto de partida deberá constituir un axioma que permita luego deducir la mayor parte de los aspectos inherentes al comportamiento humano, constituyendo de esa forma la base de un conocimiento organizado. Además, tal axioma deberá tener un carácter objetivo, preferentemente ha de ser observable y verificable por cualquier individuo que así lo requiera. Los principios subjetivos, de validez personal o sectorial, conducen muchas veces a conflictos y antagonismos entre sectores.

Se advierte que estamos buscando una teoría ética que oriente las actitudes individuales en un sentido determinado para llegar a establecer una sociedad, y una humanidad, en las que predomine la cooperación social dejando de lado toda forma de competencia egoísta. La palabra "predisposición" es la que mejor se adapta a la definición de "actitud". James W. Vander Zanden escribió: "Una actitud es una tendencia o predisposición adquirida y relativamente duradera a evaluar de determinado modo a una persona, suceso o situación y actuar en consonancia con dicha evaluación. Constituye, pues, una orientación social, o sea, una inclinación subyacente a responder a algo de manera favorable o desfavorable. En tal sentido, una actitud es un estado de ánimo" (Del "Manual de psicología social"-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 1986).

El principio básico de toda ciencia experimental proviene de la existencia de leyes naturales invariantes que rigen todo lo existente. De ahí que el principio a adoptar como fundamento de las ciencias sociales ha de ser una ley natural invariante que rige toda conducta individual; este es el caso de la empatía emocional. Una definición general sería:

Empatía emocional es la respuesta emocional que en un individuo produce la presencia o la referencia de otra persona y de todo lo que a ella le suceda.

Si asociamos nuestras emociones a la tristeza y la alegría, la empatía emocional implica responder con tristeza o alegría a los estados de tristeza o alegría ajenas. Todas las posibilidades son las siguientes:

Empatía positiva: Compartir penas y alegrías ajenas como propias
Empatía neutra: Indiferencia ante las penas y las alegrías ajenas
Empatía negativa: Alegrarse por la tristeza ajena y entristecerse por su alegría

Las respuestas emocionales, actitudes o predisposiciones, son: el amor (empatía positiva), el egoísmo (empatía neutra) y el odio (empatía negativa). Por lo cual la optimización mencionada implica adoptar la actitud por la cual compartimos las penas y las alegrías ajenas como propias, que constituye esencialmente el bíblico "Amarás al prójimo como a ti mismo".

A partir de la empatía emocional es posible adoptar un principio descriptivo bajo el cual podremos "juzgar" los diversos comportamientos y actitudes personales de todas las personas, incluidos, por supuesto, cada uno de nosotros mismos.

domingo, 15 de julio de 2018

Teorías de la felicidad

La mayor parte de los filósofos y de los psicólogos concuerda en que la búsqueda de la felicidad es la base de nuestras motivaciones. Si bien esa búsqueda implica decisiones particulares, o subjetivas, puede circunscribirse a la búsqueda de placer y a la búsqueda de propósitos, o finalidades. El hombre medieval realizaba su vida en base a una finalidad religiosa (la vida eterna) desdeñando toda forma de placer. Por el contrario, el hombre posmoderno dedica su vida a descubrir diversas formas de placer descuidando la búsqueda de un objetivo, sentido o finalidad para su vida. Daniel Kahneman escribió: “El sentido de la felicidad (prefiero la expresión bienestar subjetivo) tiene dos elementos fundamentales. El primero es una distinción clásica, que se remonta al menos a Aristóteles, entre dos ideas de la buena vida: una vida de placer, satisfacción y otras sensaciones positivas, o una vivida en todo su potencial, llena de significado”.

“La elección clara de una con respecto a la otra presenta ciertos problemas. Si prefieres la alegría al significado, serás calificado de hedonista, lo cual no es un cumplido. Por otro lado, si proclamas que el placer es frívolo y que sólo importan el significado y la virtud, te llamarán merecidamente mojigato. ¿Cómo debes definir la felicidad si no quieres ser ni un mojigato ni un hedonista?”.

“La otra gran cuestión relativa a la felicidad es la forma de evaluarla. ¿Hemos de analizar cómo se sienten las personas a medida que transcurre su vida, con independencia de si experimentan sobre todo la felicidad o la desgracia? ¿O hemos de pedirles que hagan una pausa, piensen en su vida y digan si están satisfechos o no con ella?”.

“En principio, ambas cuestiones están relacionadas. Parece lógico utilizar mediciones de satisfacción vital para estudiar si la gente percibe significado en su vida, así como identificar sentimientos de felicidad valorando experiencias en curso. Ésta fue también mi idea durante muchos años, pero Paul Dolan es de otra opinión. Para empezar, está mucho más interesado en las experiencias vitales de las personas que en las evaluaciones que éstas hacen de su vida. Lo novedoso de la idea es considerar que lo «significativo» y «lo absurdo» son experiencias, no juicios. A su entender, en las experiencias subjetivas de finalidad las actividades difieren; el trabajo voluntario está asociado a un sentido de finalidad ausente en el zapping. Para Dolan, el propósito-finalidad y el placer son componentes básicos de la felicidad. Se trata de una jugada atrevida y original” (Del Prólogo de “Diseña tu felicidad” de Paul Dolan-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 2016).

Si existen dos extremos que de por sí no permiten el logro de la felicidad, como la búsqueda de placer sin objetivos, o la búsqueda de objetivos sin placer, todo indica que debemos buscar un punto medio entre ambos extremos. Paul Dolan escribió: “Para ser feliz de verdad debes sentir tanto placer como propósito. Puedes ser tan feliz o desdichado como yo, pero con muy diversas combinaciones de propósito y placer. Y acaso requieras uno u otro en distintos grados en momentos diferentes. Pero has de sentir los dos. Lo denomino el principio placer-propósito (PPP)”.

“Estoy mucho más interesado en el significado de los momentos que en las interpretaciones del significado de la vida. Hay placer (o dolor) y propósito (o absurdo) en todo lo que hacemos y sentimos. Son componentes diferenciados que constituyen nuestra felicidad global a partir de una experiencia”.

En cuanto a la medida o comparación de la felicidad adquirida, puede decirse que la verdadera felicidad es la que, de alguna manera, puede transmitirse a los demás. Por el contrario, si alguien se jacta por poseer muchos bienes materiales, que garantizan sus posibilidades de lograr placer en gran cantidad, haciendo ostentación de superioridad, muestra un incompleto entendimiento de lo que es la felicidad y, además, en la misma acción muestra la imposibilidad de compartirla con los demás.

Otra consecuencia de la ostentación de riquezas, que por lo general genera envidia en los demás, es la evidencia de los falsos motivos para la envidia, ya que se siente envidia, no por la felicidad ajena, sino por la aparente felicidad ajena. Si es absurdo proceder en forma ostentosa, mucho más absurdo es el proceder en forma envidiosa.

Muchas veces encontramos expresiones como que “no existe la naturaleza humana” y que, por lo tanto, no existiría un marco natural que “aceptara” o “rechazara” las distintas teorías elaboradas respecto de la felicidad. Por el contrario, podemos denominar “naturaleza humana” al resultado de millones de años de evolución biológica que han conformado nuestros atributos corporales y psíquicos, que son la esencia de los estudios establecidos por la psicología.

Las teorías de la felicidad, por lo tanto, pueden entrar en el ámbito de la ciencia experimental y por ello mismo admitir cierta contrastación empírica, ya que es posible, en principio, evaluar los resultados de tales teorías. Sin embargo, no es frecuente encontrar en los libros de psicología, o de psicología social, un capítulo titulado “Teorías de la felicidad”. Quizá ello se deba a que la felicidad implica un estudio poco accesible a la verificación experimental, si bien se han realizado estudios concretos al respecto, como el que aparece en el libro de Paul Dolan, quien escribió: “Como soy uno de los escasos investigadores que trabajan en el ámbito de la felicidad y de la conducta, uno de mis principales objetivos de este libro es poner de manifiesto los vínculos entre estas dos esferas de estudio, y de este modo aplicar los últimos conocimientos en las investigaciones sobre la felicidad y la ciencia conductual directamente a las cuestiones de lo que estamos intentando conseguir (más felicidad)”.

“Tras haber trabajado durante dos décadas en la interfaz de la economía, la psicología, la filosofía y la política, creo estar en buenas condiciones para dar razones sólidas a favor de la siguiente definición: la felicidad es el conjunto de experiencias de placer y propósito a lo largo del tiempo”.

Otro aspecto importante, observado por el citado autor, radica en la asignación de nuestro tiempo y de nuestra atención a las diversas situaciones que nos presenta la vida cotidiana. Como solamente podemos pensar en un tema, en un momento determinado, y no sobre varios temas a la vez, gran parte del éxito en la búsqueda de la felicidad dependerá de una adecuada elección de temas positivos. Así, el envidioso, que ocupa la mayor parte de su tiempo en pensar en quienes hacen ostentación de lujo y riquezas, elige el peor de los temas. Por el contrario, quien ocupa su mente en cuestiones intelectuales o científicas, estará casi siempre alejado de todo pensamiento negativo.

Paul Dolan observa que los diversos temas en que podemos ocupar nuestra mente se presentan en “competencia” ante el “escaso tiempo” de nuestra atención. Al respecto escribió: “Tu felicidad está determinada por el modo en que asignas la atención. Las cosas de las que te ocupas impulsan tu conducta, y ésta determina tu felicidad. La atención es el pegamento que mantiene unidas las partes de tu vida”.

“La atención, como todo en la vida, es un recurso escaso. Debes racionarla, pues la atención dedicada a una cosa es, por definición, la que no se dedica a otra. Si atiendes a una cosa, pagas el precio de no atender a otra distinta. El concepto de escasez está en el núcleo de la economía…La escasez de recursos atencionales radica en el núcleo de mis investigaciones sobre la felicidad”.

“El proceso de producción de felicidad equivale al modo de asignar la atención. Los «inputs» de tu felicidad son la plétora de estímulos que compiten por tu atención. Éstos se convierten después en felicidad mediante la atención que les prestas. El enfoque en la atención es el «eslabón perdido» en la cadena de «inputs» y «outputs» [estímulos y respuestas]. Los mismos acontecimientos y circunstancias vitales pueden afectar en mayor o menor grado a tu felicidad en función de la atención que les prestes. Dos personas idénticas en todos los aspectos pueden ser felices de muy distinta manera, dependiendo de cómo conviertan los «inputs» en el «output» o resultado de la felicidad”.

Adviértase la semejanza de las conclusiones a las que se llega por distintos caminos:

Paul Dolan: Output = Atención x Inputs
Psicología social: Respuesta = Actitud característica x Estímulo

Debido a que el concepto de “actitud característica” es el más general, en cuanto a su empleo en la descripción de la acción humana, debe encontrarse la forma de vincularlo con la anterior elección de temas para nuestra atención consciente.

Nuestras acciones cotidianas pueden dividirse en conscientes y subconscientes, siendo las primeras aquellas en las que interviene nuestro razonamiento. Las segundas, por otra parte, son las que realizamos en forma mecánica o intuitiva, constituyendo hábitos logrados como resultado de tareas repetitivas. Así, cuando alguien está aprendiendo a conducir un automóvil, razona sobre cada una de las acciones que realiza. Con el tiempo, creará hábitos de manejo haciendo innecesaria la atención consciente por cuanto procederá a realizarlas en forma intuitiva.

La actitud característica de cada individuo también presenta la posibilidad de realizar acciones intuitivas tanto como razonadas. De ahí que podamos hablar de componentes afectivas o emocionales, y también componentes cognitivas de tal actitud; siendo tales respuestas establecidas en forma subconsciente. También ha de haber una componente conductual o de acción, que es la que requiere de nuestra atención. Edwin Hollander escribió: “Existen muchos modos de abordar la organización de las actitudes, pero para mayor comodidad podemos considerarlas con referencia a tres componentes fundamentales y a tres aspectos de su estudio. En lo que atañe a los primeros, D. Katz observa que las actitudes han sido tratadas en relación con un componente cognitivo, que alude a la creencia-descreimiento; un componente afectivo, que se ocupa de la simpatía-antipatía; y un componente de acción, que incluye la disposición a responder. La relación entre estos componentes concita aún gran interés por parte de la psicología social contemporánea” (De “Principios y métodos de psicología social”-Amorrortu Editores SCA-Buenos Aires 1968).

Haciendo una síntesis de las componentes mencionadas, surge la siguiente lista:

a- Componentes afectivas o emocionales: amor, odio, egoísmo y negligencia.
b- Componentes cognitivas: adopción, como referencia para la adquisición de nuevos conocimientos, de: la realidad, lo que uno mismo piensa, lo que opina otra persona o lo que opina la mayoría.
c- Componentes conductuales o de acción: la elección de temas a los que hemos de prestar atención.